Por Mario Castillo Rodríguez
Las rupturas internas, los fracasos y problemas con la militancia, como producto del corrupto proceder de sus dirigentes y líderes, han propiciado que el Partido de la Revolución Democrática llegue al inicio de la batalla por las diputaciones federales sin una identidad propia, al menos no una que convoque a sus integrantes a la unidad, al menos no en Quintana Roo.
Y es que el PRD, siempre ha culpado a PRI de sus malos pasos, de sus pugnas internas; siendo esta misma corriente política la que ha propiciado el resquebrajamiento de sus filas por los enormes entes de corrupción que tras años han hecho de la dirigencia del Sol Azteca su caja grande en busca del incremento de poder.
Y no es que asumamos una postura de defensa hacia el partido en uso del poder oficial en la entidad, el Revolucionario Institucional no canta tan mal las rancheras pero al menos goza de mayor hegemonía que los amarillos.
Hoy, este instituto político vive un panorama por demás hostil, en lucha interna donde todos contra todos se dan hasta por debajo de la lengua, y esto se hizo latente en la pasada elección interna donde cada cual hizo lo propio para ganarle terreno al contrincante. Todos con una ambición en particular dejando al abismo la palabra unidad.
Y es así como hoy, el PRD llegará a intermedia federal con muchos gallos, cada quien en su gallinero, y con un gran vacío de poder. Por un lado los defenestrados Ramos Bustamante, tan repudiados por la militancia; por el otro el ex alcalde benitojuarense, quien no siente lo duro sino lo tupido tras observar el desgaste de su figura, producto de la fraudulenta salida que tuvo como primer edil; con las pocas plumas que le quedan, les sigue un Julio Cesar Lara desprestigiado por los vicios y corrupción que dieron el tiro de gracias a este partido en Quintana Roo en el pasado proceso electoral del 2013.
Y así como estos, muchas otras figuras que gritan a los 4 vientos tener comiendo de la mano a la militancia, cuando ésta conoce la realidad de un partido corrupto, desgastado, y sin cuadros capaces de llamar a la unidad, pieza clave para ganar terreno en los procesos electorales.
No obstante, la dirigencia estatal del Sol Azteca aún está en juego, y el pasado proceso interno fue tan sólo el termómetro para medir fuerzas entre los desplumados gallos que quieren entrarle al quite por la mentada silla; pero no hay uno sólo garante de confianza. Todos llevan a cuestas los yerros del oscuro pasado como cabecillas de esa delincuencia de cuello blanco que sólo otorgan las cercanías con el poder político.
En pos de la dirigencia estatal
Es irónico pero algunos incluso han tomado la iniciativa de hacer amores con el bando contrario para sumar fuerzas, aún y cuando sus posibilidades sean por demás nulas. Ejemplo claro es lo que se vio la semana pasada en el Pleno de Sesiones del Poder Legislativo, cuando el eterno aspirante a la dirigencia estatal del PRD Alonzo Ventre Sifri, acudió en busca del respaldo del diputado Jorge Carlos Aguilar Osorio con lastimera actitud que sólo denota lo desgastado de su capital político, aún y cuando Ventre Sifri presuma tener “la venia del señor”, así sea este el líder político número uno del Tricolor quintanarroense. Por demás absurdo.
El perredista tulumnense difícilmente llegará a la silla mayor de su partido, pues muchas voces se han proclamado en sus contra por ser un personaje bélico y con alto grado de bipolaridad de carácter, y por gozar de una personalidad por demás cuestionable ya que al día de hoy tiene pendientes con la ley por el delito de homicidio imprudencial, así como problemas de adicción que el mismo reconoce y grita a los cuatro vientos.
Y así como Ventre Sifri, muchos otros personajes quieren el hueso, pero no ofrecen garantías suficientes a los militantes de alcanzar las condiciones necesarias para llegar a los comicios futuros en unión y fortalecidos, al menos no con el grueso necesario para derrotar al PRI.
Lamentable es apreciar que este partido, el PRD, ya no sea la segunda fuerza política de Quintana Roo, mucho menos con el surgimiento de Morena como instituto político, que vino a desinflar aún más el padrón de la otrora “ola amarilla”.
En conclusión: no existen las condiciones óptimas para que al interior del Sol Azteca surja un candidato de unidad para presidencia estatal por Quintana Roo; y fracturados, se asoman al descalabro total de éste partido que hoy está en peores condiciones que un enfermo de terapia intensiva.
No hay que olvidar pues, que la moneda está en el aire, que los tiempos se acortan y que, una vez dictadas las reglas de juego por los órganos electorales, cada partido político saldrá junto con sus huestes al campo de batalla en busca de convencer al electorado de ser la mejor opción.
¿Tendrá el PRD las capacidades suficientes para tales fines con tantas fracturas, con tantos gallos, y tan desplumados?