Chetumal.- No cabe duda que la improvisación, pero sobre todo el desconocimiento en la materia, ha provocado que el gobierno de Carlos Joaquín González naufrague en su intentona por comunicar a los quintanarroenses las obras y acciones realizadas en sus casi cuatro años de gestión.
A dos años de entregar el poder, Joaquín González aún no encuentra al colaborador idóneo que le permita construir una verdadera agenda con los medios de comunicación a fin de poder transmitirle a la ciudadanía el quehacer gubernamental.
Al comenzar su gestión, el cozumeleño por nacimiento, pero residente yucateco por convicción, designó a la periodista Hayde Serrano Soto en la vocería, la cual a pesar de conocer varios sectores del gremio no logró el acometido. Un buen porcentaje de los comunicadores expresaron que el fuerte carácter de la «chilanga» fue factor clave para no crear migas.
Después llegó Felipe Ornelas, otro «chilango» y aunque no es amigo de Hayde también pertenece al grupo tepito, pero su labor fue efímera porque además de desconocer el teje y maneje de la comunicación oficial y gubernamental, es uno de los cientos de personajes que llegaron a la administración estatal con el objetivo de convertirse en los próximos millonarios de Quintana Roo.
Fue tal el fracaso del «Tribilin» Ornelas que por primera ocasión y única ocasión en lo que va de su gobierno que Carlos Joaquín aceptó su error y regresó a Hayde Serrano a la vocería, pero sin lograr los objetivos deseados.
Y cuando todos (comunicadores) pensamos que el Ejecutivo Estatal ya había aprendido por los yerros cometidos, volvió a cometer otra pifia y quizá la de ahora sea de pronósticos reservados, porque nombró al político panista -y para no variar «Chilango»-, Carlos Orvañanos Rea.
Orvañanos Rea es el clásico empresario ambicioso que ha tomado la vocería como trampolín para saciar su ego. Carece del más mínimo sentido de lo que significa la comunicación social y política. Para él, al igual que los «junior» que Carlos Joaquín trajo a la administración pública, su deleite es exponer en redes sociales su «sobresaliente» trabajo, y obviamente, promocionar su figura política.
Lo que ahora realiza Carlos Orvañanos nos transporta a la década de los 90’s, cuando un taxista chetumaleño comenzaba a hacer sus pininos en el periodismo y en la primera oportunidad pretendió vender sus «sesudas» ideas al ex tinto director editorial del Diario de Quintana Roo, José del Carmen Pereyra Lizarraga, quien lo paró en seco: «Usted siga recabando datos para que los reporteros hagan la nota, recuerde que un pendejo con iniciativa es muy peligroso».
Y eso precisamente hace el nuevo voz-cero de Carlos Joaquín, pretende vender espejitos (cápsulas informátivas) en plena pandemia sanitaria cuando lo urgente es paliar los problemas médicos , alimenticios y económicos de los quintanarroenses.
Habría que recordarle a los Carlos (Joaquín y Orvañanos) que un gobierno sin una comunicación eficaz está destinado a vivir bajo la sospecha de ser timorato y advenedizo.
Carlos Joaquín está a tiempo de corregir la plana y actuar como en su momento lo hizo «Pimpo» Pereyra con aquel «bufón» en la década de los 90’s, de lo contrario, difícilmente logrará que sus gobernados se enteren de las obras y programas que realizan su gobierno.
No hay peor ciego que el que no quiera. Consideramos que CJ está a tiempo de enmendar la plana, pero para eso necesariamente debe dejar de improvisar y contratar a profesionales en el ramo, que dicho sea de paso, hay muy pocos quintanarroenses que aceptarían subirse a ese barco que va en franca picada hacia el abismo del Caribe mexicano.