Ayer miércoles, tuve acceso a una información, con fotos incluidas, en donde la directora de una instancia estatal que tiene que ver con la protección a la familia, y una de sus allegadas, se ejercitaban en el boulevard bahía mientras detrás de ellas venía un vehículo tipo suburban, pendiente para lo que pudiera ofrecerse.
Podría no haber nada de malo en eso y no pasaría de ser un pecadillo nada fuera de otro mundo, claro, si estuviéramos en otros tiempos.
En estos días en los que estamos tan dados al “catre” todos, bueno, casi todos -ya se ve que hay sus privilegiados- es una burla para medio mundo estas actitudes.
La economía gubernamental vive sus peores momentos y se encuentra asfixiada en lo que respecta al billete contante y sonante. Luego entonces, ver el descaro con el que se conducen estos personajes nos hace reflexionar en cómo se las gastan -no es la única- quienes deberían de dar el ejemplo a la hora de apretarse el cinturón.
Para estar seguro del suceso -no vaya a ser que estuviera frente a la mismita madre Teresa, uno nunca sabe- indagué, rasqué, pregunté a gente que trabaja en la instancia que preside, como se supone debe hacer todo reportero.
El resultado que obtuve fue interesante, por decir lo menos.
La mayoría de mis convocados coincidieron en que esta dama es todo un caso.
Hubo alguien que, de plano, me dijo: “pierdes tu tiempo si vas a escribir algo al respecto, es la súper consentida. Hemos hecho llegar infinidad de quejas a las instancias correspondientes y ella sigue allí con su habitual arrogancia y prepotencia… se burla incluso nosotros”.
Qué tal.
Ese tipo de gente son los que dejan constancia de que los cambios prometidos -¡snif!- se quedaron atorados en alguno de los tantos vericuetos del camino.
Nunca llegaron.