Por: Nicolás Lizama
Marybel Villegas Canché, es muy abusada.
De que se las sabe, se las sabe de todas, todas.
La semana pasada, por ejemplo, circuló fotografías en las que aparece con AMLO, el todopoderoso, el experto en acalambrar con sus mensajes, sobre todo cuando le pone el vaivén a su dedito.
¿Y sabe qué?
La dama consiguió cimbrar a más de uno.
Los políticos del patio, acostumbrados a manejarse a punta de recomendaciones y palancas, de inmediato previeron la catástrofe que se les podría venir encima.
El chapulinesco personaje que ha labrado un vasto patrimonio a base de veletear por todos lados, colmilluda como suele ser, sabía que estaba consiguiendo el objetivo.
Y AMLO, el infalible, sabedor de las taquicardias que también causaba, feliz, apapachaba a ese personaje que es capaz de volteársele hasta a su propia sombra si con ello obtiene beneficio.
Cachete a cachete, aliento con aliento, sonreían ambos, quizá imaginando la acalambrada que le daban a varios de aquí del patio, en donde somos tan sensibles para ese tipo de mensajes.
Y vino la reacción en cascada. Faltaba más.
Muchos se prepararon para lanzarle toda la caballería encima, y otros, en tanto, se alistaron para cuadrarse y lamerle la suela de las zapatillas, de ser posible.
El protocolo que tiene que ver con ese tipo de cuestiones, no falla aquí en el patio.
Se sigue al pie de la letra. Con sus puntos y sus comas.
Todo máximo jefazo -es vox pópuli-tiene a su cauda de perversitos siguiéndoles los pasos.
Son esos personajitos que no tienen empacho alguno en hacer el trabajo sucio en el instante en que sean requeridos. Que saben que serán odiados pero también muy bien recompensados.
Y todos reaccionaron al mensaje. No hubo bando que quedara indiferente.
La política, más bien el “grillerío” que la conforma, anda calientito aquí en el patio.