Nicolás Lizama
La vida cambia por completo.
Día tras día, es una transformación continua.
El mejor ejemplo lo tuve a la vista la anterior semana, cuando un grupo de diputados y senadores visitaron el terruño.
Vinieron a Chetumal para exponer las bondades del multimentado tren maya.
Comentaron, entre otras cosas, que los chetumaleños no nos lamentemos porque algo podremos vender al paso del tren maya.
“Solo que sean cacahuates y pepitas”, susurró de inmediato alguien entre el respetable, cuando Jesús Pool, muy orondo, disertaba al respecto.
Varios de los hoy senadores y diputados, hasta hace algunos meses estaban en el limbo.
Eran días en que sacaban a relucir lo mejor de su coquetería y prendían veladoras para que tuvieran éxito los planes que bullían en sus cabezas.
Es sabido que sin una sombra protectora, en cuestiones de política estás frito.
Algunos no sentían el “calor” del mandamás actual, y otros, de plano, se sentían apestados.
En la política, los “huérfanos” jamás acceden a los primeros planos.
De ahí que en AMLO muchos vieron la oportunidad de su vida y se lanzaron plenos a sus brazos.
Y les funcionó la apuesta.
Dejaron de ser los malqueridos y apestados.
Ipso facto -ya usted sabe cómo es la política- se convirtieron en celebridades.
Hoy, como diría mi paisano un distinguido nicolasbravita, ya son “caca” grande.
Habría que ver la “algarabía” con que los recibieron en la sede del evento.
Varios de los presentes, literal, estuvieron a punto de tenderse en el duelo para que los distinguidos personajes pasaran sobre ellos.
Y ellos felices, por supuesto. ¿A quién le dan pan que llore?
Ahí, luciendo a todo lo que da su nuevo estatus, estaban José Luis Pech, Jesús Pool Y Patricia Palma. Faltó Marybel Villegas (las malas lenguas dicen que ya se le fue el avión)
Y ni modo de llamarles la nueva clase política, porque todos son producto del bendito reciclaje (priciclaje)
Fue gracioso, por no decir otra cosa, ser testigo de cómo algunos personajes del patio desparramaban miel sobre ellos, cuando hasta hace algunos meses, de “veletas” no los bajaban.
La vida es un continuo proceso de transformación.
Ni duda cabe.