Por Miqueas Abraham
Las torretas con luces rojas comienzan a parpadear de nuevo alrededor del mundo. Y es que el rebrote COVID-19 amenaza de nuevo. Su existencia sobre el entorno se encuentra más vigente que nunca, mientras aún no se distribuya el antídoto para inmunizar el organismo humano. Y es que la preocupación emerge desde continente Europeo, en donde países de primer mundo comienzan a regresar otra vez con acciones confinamiento, medidas de movilidad y incluso el #QuédateEnCasa.
Los rebrotes de contagios del coronavirus que han surgido es pronóstico cumplido de la Organización Mundial de la Salud (OMS) anunciado meses atrás por el Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus, Director General.
Esta semana el registro de casos positivos de COVID-19 ha superado los 10 millones de casos en Europa, tras un incremento de contagios de 1.5 millones en los últimos siete días continuos.
Francia y Alemania han recurrido de nuevo al confinamiento, y España está cerca a punto de hacerlo, luego de un rebrote que, a decir de especialistas, se proyecta alcance el «pico» epidemiológico más alto hasta mayo del 2021 en esta segunda oleada de pandemia.
En México al día 28 de octubre, la Secretaría de Salud (SSA) registra 912 mil 811 confirmados y 90 mil 773 defunciones. El semáforo epidemiológico ha sido variable cada 15 días, el cual refleja una variable de crecimiento de enfermos activos en Estados como Chihuahua, Coahuila, Durango, Nuevo León, Jalisco y Ciudad de México.
Frente a estos escenarios es indispensable que la población quintanarroense desempeñe un papel preponderante, a efecto de que una latente «segunda ola» de contagios en nuestro país no nos afecte con una fuerza devastadora que termina por aniquilar nuestra frágil y de por sí muy lastimada economía tanto a nivel nacional como en el ámbito local.
Regresar 222 días atrás —tiempo en que el virus fue detectado por primera vez en nuestro país— sería fatal. Una reversa a las medidas de confinamiento, movilidad y restricciones sería explosión con consecuencias de «una bomba atómica» que causaría severos efectos incalculables en nuestra vida cotidiana.
No hay más, no tenemos opción. Es importante seguir a pie de letra y con sentido de alta obligatoriedad el respeto a los protocolos establecidos por las autoridades sanitarias tales como el uso del cubrebocas, la sana distancia de 1.5 metros entre personas, la aplicación del gel antibacterial, la toma de temperatura, la desinfección de áreas y la no aglomeración, será determinante para inhibir un impacto con fuerza despiadada.
Sin embargo, no hay que esperar que la tormenta nos azote; tenemos que evitar el relajamiento y el irresponsable desacato de estas disposiciones; información ha fluido a cántaros por doquier. Hay que redoblar acciones, aplicar esfuerzos conjuntos y sobre asumir el compromiso de que es una tarea compartida que requiere de toda la seriedad debida.
Se nos viene una «segunda ola» de contagios, la cual parece ser inevitable, no así, de todos depende navegar hacia una misma dirección y conducir nuestro destino a un futuro menos incierto.
A poner manos a la obra, ¡YA! Es ahora o nunca…
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