Nicolás Lizama
Ahora que estamos a punto de estrenar mandatario, déjenme decirles que entre mi top ten de gobernadores, tengo a Pedro Joaquín como el mejor jefe del ejecutivo. Los demás, con alguna muy honrosa excepción por allí, no le llegan a los talones.
Podría comentar varios detalles que me hacen afirmar tal cosa, pero alargaría demasiado este textito y no quiero que se me duerman.
Me centro en tan solo un aspecto.
Él, experto de la comunicación, sabía de la importancia de esa poderosa herramienta para tener un buen gobierno y por lo tanto mantuvo una relación cercana con los periodistas.
Nunca los ninguneó, nunca les dio con la puerta en las narices.
Creó el premio estatal de periodismo y los agraciados, aparte del reconocimiento público, también se llevaban un reconocimiento en el bolsillo.
Pedro fue un visionario, siempre supo mirar hacia adelante. Siempre supo que con una sociedad adecuadamente informada tendría un sexenio sin mayores contratiempos.
Eso sí, tuvo un jefe de prensa extraordinario, Javier Zamora Cisneros, un reportero de verdad que dominaba con facilidad los géneros periodísticos y tenía un trato de igual a igual con los reporteros que cubrían la fuente.
El ser un periodista hecho y derecho, no era inconveniente para que conviviera como un simple mortal en el día a día con sus demás colegas, ya sea en una cantina, en la calle o en algún evento. Siempre esta presto para solucionar cualquier desaguisado que se asomara en el camino. Le solucionaba con prontitud los problemas a su jefe.
Grande el Pedro, grandes los colaboradores de los que supo rodearse.
Un buen líder, suele arroparse solo con lo mejor que existe en la comarca.
Por cierto, es extraordinario ese detalle de no aparecerse en esos eventos que reúne a los “panes grandes” y que sirven solo para que el resto de la gente, la común y corriente, critique la pompa de la que siempre hace gala ese grupo de privilegiados.
Genio y figura el buen Pedro.