Nico Lizama
Hoy hubo un evento que reunió a lo más granado de nuestros políticos.
En dicho acto, faltaba más, cada quien armó su fiesta de acuerdo a sus posibilidades.
En este mundo, constatado es, hay cristianos que nacieron para aplaudir y otros para recibir aplausos.
Así como hay políticos que ya no tienen necesidad de andar prendiendo veladoras y besándole la mano a todos los que hoy descendieron del Olimpo, también están aquellos que todavía necesitan “rodilleras”.
Varios de los presentes -una briznita apenas en un mar de arena -solo están aquí para lanzar su anzuelo, para llamar la atención de los peces gordos que con un poco de suerte pueden darle un giro extraordinario al ritmo de sus vidas.
Este es un mundo muy sui géneri, no tan de amigos, no tan de “hermanos”, sino de entramadas relaciones que pueden convertir a un mediocre en un superdotado que puede darse el lujo de ocupar un espacio que en teoría requiere de un experto en el ramo (varios integrantes del gabinete que ya expira pueden dar fe de ello)
La política es magia a veces.
Es la varita de Merlín que puede convertir a un batracio común y corriente en un hermoso cisne.
Lo saben quienes se dedican a esta actividad y por eso mueren por estar en este tipo de reuniones.
Uno de los más solicitados, después de la gobernadora electa, claro, fue Félix González Canto, que se dio su tiempo para tomarse la selfie hasta con el audaz bolero que no se achica ante ninguna de esas luminarias que hoy desfilaron en el Congreso del Estado.
El ex gobernante, que suele sacar raja de la “inversión” que hizo cuando estuvo en la cima, aprovechó bien su tiempo y convivió con medio mundo, con los “beatificados”, con los que están próximos a obtener la “santificación” y también con los que suspiran por un cachito de paraíso.
Aquí hay muchos sueños realizados y muchos sueños truncos.
Hay quienes apostaron bien y también quienes equivocaron el vaticinio y, muy abusados, quieren rectificar porque saben que de los arrepentidos es el reino de los cielos.
Todo político sabe que cobijarse bajo una buena “sombra” mata talento y eso provoca que mantengan encendida la luz de la esperanza.
Ejemplos abundan.
Sobran los “grillos” que fueron “luz” de un sexenio y luego volvieron a su oscuridad de siempre en la que no deambulan ni siquiera los cocuyos.
Hoy, entre carcajadas, abrazos, suspiros y uno que otro quejido, nuestros políticos convivieron lo más sanamente que pudieron.