Lágrimas de Yaaxché
Reza el dicho de la Abuela que “Donde comen dos, comen tres”, y ahí es donde las cuentas le fallaron al entonces candidato a la gubernatura de Quintana Roo, Carlos Joaquín González, quien no midió la magnitud del compromiso que se echaba a cuestas en afán de lograr su objetivo.
Justificado al fin en la necesidad de salvar al estado de la voraz dupla transexenal conformada por Roberto Borge Angulo y Félix González Canto, con la alianza Quintana Roo UNE le entró a un triple amarre de alcoba donde PAN y PRD jugaron ansiosos en aras del reparto de posiciones.
Pero jamás imaginaron que el tercero en discordia fuera no precisamente Carlos Joaquín, sino priistas relegados y los amigos foráneos que hoy juegan el papel principal en el manejo de la administración pública estatal, y con la parte más ancha de la cama a su favor. Pues no hay que olvidar que el voto priista también contribuyó al triunfo.
En efecto, donde comen dos bien pueden comer tres, pero no necesariamente todos salen satisfechos, y aquí es precisamente donde la puerca torció el rabo para pegar de gritos y exigir lo que por derecho le corresponde, dado que el patrocinio de campaña es garantía para entrarle al reparto sexenal.
Que si bien son quintanarroenses, poblanos y provenientes de otras entidades, lo cierto es que panistas y perredistas han sido desplazados de puestos clave por la gente de Joaquín González, y esto deja ver las primeras luces del tamaño real de los amarres que hubieron de hacerse para alcanzar la silla mayor de Palacio de Gobierno.
Carlos Joaquín no midió que serían muchos los que demandaran un espacio, no midió que el quebranto financiero en el que se encuentra el estado, y demás factores de índole nacional como las Reformas y los recortes presupuestales, limitarían las posibilidades de sacar a todos con su gusto, y eso está ocasionando también que muchos sean corridos de sus empleos para poder hacer el acomodo.
Por miedo a perder votantes, y en la pesquisa de erigirse como redentor sacando fuera del Gobierno al priismo que tenía en el hartazgo a la sociedad quintanarroense, Carlos Joaquín pactó con azules, amarrillos, tricolores, y hasta con aquellos que no obedecen a partidos ni a ningún otro compromiso, más que al interés del poder político-económico.
Y eso es lo que hoy se ha convertido en su principal dolor de cabeza, pues lejos de ganarle fuerza, pudiera transformarse en la coyuntura para que “Quintana Roo UNE” se fragmente, perdiendo toda posibilidad de construir los cuadros necesarios para evitar que el PRI resurja de entre sus escombros y regrese al poder.