Nicolás Lizama
Es sábado. Caluroso como usted ya podrá imaginarse. He venido para ejercitar un poco el cuerpo. Y, como todo reportero, he venido también para fisgonear tantito y luego escribirlo. Para comprobar que los borrachales siguen agarrando algunas zonas del boulevard bahía como la cantina más grande de todo Chetumal y sus alrededores. Lo cual, en todo caso, no sería problema alguno si no molestaran a nadie, si no dejaran tirado todo el cochinero que resulta de la ingesta de bebidas durante tantas horas de la noche.
He venido para constatar que hay gente de la tercera edad que se levanta desde muy temprano y viene para darle más vida a sus años, conscientes de que no hay otra forma de lograrlo. Me enternece ver a una pareja ya entrada en las siete décadas y que agarrados de la mano, caminan afanosamente mientras comparten impresiones. Se ven chistosos con su ropa deportiva, holgada y de colores chillones que los hace ver muy a la moda, como unos jovenzuelos.
No se detienen los veteranos. Devoran metros y más metros sin mostrar fatiga alguna. En sus rostros, al menos, no se nota que el corazón les esté rebotando como si estuvieran al borde del infarto, al contrario, se ven felices, satisfechos de estar en el boulevard bahía respirando aire sin ningún tipo de contaminante. Tan embelesado estoy observandolos que no me he dado cuenta que cerca viene una caravana de corredores en los cuales se aprecia el detalle de que no están vacilando sino que buscan afanosamente el triunfo.
Me detengo para observar el paso de los corredores. Es estimulante ver al ser humano luchando afanosamente por el triunfo. Es estimulante observar a decenas de cristianos tratar de derrotar el uno al otro a través de la velocidad de sus piernas, acaso la manera más caballerosa que existe de triturar al adversario.
De pronto, !oooh!, descubro entre los corredores al «Cilantro» (a) Jorge Díaz, que, todo sudoroso, con la lengua de fuera, saluda moviéndome las manos.
Luego me enteraría que el “Cilantro” corría en representación del «Cedare«, un organismo que afilia a cristianos con todo tipo de tendencias sexuales, credos religiosos y organismos políticos. Aun cuando da la impresión de que a varios de ellos les patina el coco, es un grupo de plena ayuda al prójimo. Es el caso, por ejemplo, de una subagencia de licores a punto de cerrar por quiebra económica y que ellos se propusieron rescatar de la debacle.
El local estaba a un costado del edificio sede del «Cedare«, por lo tanto ellos se propusieron comprar ahí todas las caguamas que ingirieran. Pues bien, son tan efectivos, que en tres meses aquel changarro floreció como nunca antes en sus dos años de existencia. La encargada de la subagencia, como ustedes imaginaran, estaba encantada con todos ellos.
El caso es que este sábado, un representante de ellos corría en una maratón de cinco kilómetros organizada por una asociación filantrópica llamada «Manos que Trabajan«.
El «Cilantro» le echaba ganas. Había estado entrenando durante algunas semanas en la pista del ITCH y tenía depositada la esperanza de mucha gente en su espalda.
El «Cilantro» ha adquirido una técnica exquisita para coordinar la panza con el movimiento de sus caderas. Nadie sabe cómo le hace. Es una técnica nunca antes vista, un tanto extraña, de otro planeta, han opinado algunos expertos en el tema.
Unos negrazos que no parecían beliceños -eran kenianos, me dirían luego-, encabezaban la carrera.
El «Cilantrito«, por lo tanto, ni en motocicleta ganaba la competencia. De todas maneras le echaba todas las ganas que podía. Tenía el rostro colorado, y el estómago seguramente le exigía el primer «misil» del día.
Me dio la impresión de que en cualquier momento el váguido le llegaría, que en cualquier instante se desvanecería. Por fortuna logró terminar sano y salvo la carrera. Se tomó la selfie todavía y enseguida encaminó sus pasos al Cedare, en donde lo estaban esperando para festejar su valentía. Ahí, a través del insigne «Chekas«, le entregaron una medalla, un diploma y media docena de «misiles«, que de inmediato –!glub, glub!-, pasaron a mejor vida.
Bien por el «Cilantro«. Bien por el Cedare. Es bueno patrocinar este tipo de eventos. Tan sanos. Tan transformadores. El “Cilantro” es el mejor ejemplo de todo ello.