Nicolás Lizama
Lo que son las cosas.
Con el triunfo opositor, infinidad de «servidores» públicos que sexenio a sexenio repetían quedarán a la deriva.
Una camada de privilegiados -los mismos de siempre- están que no los calienta ni el Sol ante la realidad que se les viene encima.
Dentro del grupo hay verdaderos buenos para nada que nadie se explica cómo es que siempre fueron parte de esa muy selecta élite.
?Qué harán de ahora en adelante sin ocupar esos sitios relevantes?
Para no morirse del aburrimiento seguramente se dedicarán a contar todo el dinero que han ido acumulando.
Varios son verdaderos parásitos que, entre otras cosas, evitaron el surgimiento de gente nueva, no maleada, que viniera a refrescar la administración pública de la comarca.
Otra cosa que hicieron a la perfección fue ganarse la repulsa del resto de la gente. De los votantes que a la hora de acudir a las urnas se las cobraron (y con réditos incluso).
Hay tipos que, la verdad, fue un verdadera mentada de madre para el ciudadano común y corriente el verlos ahí, muy campantes, decidiendo sobre el destino de otras gentes mucha más valiosa que ellos.
Las dependencias que «administran» terminaron hechas trizas, en completa bancarrota.
Confiados en que la impunidad seguiría cobijándolos con su manto (pensaron que el voto seguiría favoreciéndoles) siguieron saqueando alegremente los recursos que fueron puestos en sus manos. Tan es así que actualmente varios de ellos andan desesperados viendo cómo le hacen para disimular el hurto al que se dedicaron con singular ímpetu durante mucho tiempo.
Si hubiera justicia en este mundo todos deberían de terminar con sus huesos en la cárcel. Lamentablemente no es así y lo más probable es que en los meses siguientes a su renuncia -los muy «conchudos»- se dediquen a contar las toneladas de billetes que felizmente han ido acumulando.