Nicolás Lizama
Hay gente que quiere ganarse un lugar en la política del patio y en su burdo intento pisotean el sentido común del electorado.
Alguien les calentó el rabo y se lanzan como el borras, creyéndole a sus zalamero de que rebosan carisma por todos lados.
Sus neuronas, tan escasas de inventiva, tan raquíticas, apenas alcanzan para publicar en las redes sociales una fotito con la mejor de sus caritas y con una herramienta de trabajo entre las manos.
El lío de estos oportunistas es que antes no se asesoraron sobre la manera correcta de sostener el implemento y además, craso error, es demasiado reciente la manicure y no hay forma por lo tanto de que esas manos, impecables -sin un solo callo- den el “gatazo” de haber arrastrado el lápiz cuando menos.
Ya ni la amuelan.
Es entendible que la situación económica está de la fregada, pero a ellos, en sus respectivas chambas -jefazos todos- no les pagan con tapitas, luego entonces, bien podrían destinar algunos pesitos para pagarle a un cristiano que piense por ellos y los asesore para que intelectualmente no se vean tan desvalidos.
Solitos se encueran.
Solitos se ponen la soga al cuello.
Solitos exhiben sus carencias.
Los electores, tontos no son.
Saben cuando algún vivales intenta tomarles el pelo.
Los que encumbran o derrumban con su voto no se están chupando el dedo.
Se dan cuenta de que hay gato encerrado y reciben muy sonrientes lo que les regalen pero a la hora buena bien que se cobran la factura.
A usted, ¿le gustaría tener como su representante popular a uno de esos personajillos?