Por Mario Castillo
Muchos pensaron que las cosas seguirían igual, que la “chichi” sería eterna para mantenerse colgado de ella de forma perpetua, alimentando excesos y añejos vicios que dieron cuentas de una inevitable realidad llamada hartazgo social.
Agraviando a todos cuanto pudieron a causa de omisiones, excesos, y mucho más, cada cual responsable deberá cubrir el precio de sus facturas, unos con mucho más costo que otros, pero al fin de cuentas difícil será evadir la justicia, pues aunque “divina”, tarde o temprano azota a quien falta a su palabra, a quien osa retar al destino.
Muchas víctimas –inocentes al fin- han caído en el campo de una batalla que, desde luego, no era suya, pero que fueron parte colateral en la estela de ese huracán que hoy revuelca en sus mismas tempestades a los que faltaron a la promesa de amor al prójimo.
Pero a esos, a los atormentados, no es a quien van dedicadas estas líneas, sino aquellos que al cobijo de Papá caminaron pateando y empujando a quienes les hacían estorbo, van con dedicatoria a esos que –con la venia del señor- se sirvieron con la cuchara grande y sin reserva alguna, sin reparar en un abrupto final que hoy los pone con el rabo a la pared.
Son esos los que hoy se auto nombran “los caídos” y demandan cuando menos un ápice de misericordia, pero que solo están a la espera de salir corriendo cuales Judas al momento de que las torres sucumban frente su cruel destino. Y la hora se acerca cada día más.
Esos son los que hoy se rebelan y gritan a los cuatro vientos que no les “hizo justicia la Revolución”, pero jamás se detuvieron para mirar atrás pensando en que “la fuente de la eterna primavera” jamás secaría sus aguas.
Nombres los hay muchos, pero están de más, todos ellos sollozan el clásico ¿Señor porque nos has abandonado?, cuando fueron ellos mismos los que cavaron su propia tumba, fueron los mismos que pisotearon, que depredaron y saquearon lo que pusieron en sus manos.
También pecaron los que jalaron la pata, pues culpa toda no es del que mató a la vaca, y si no supieron echar unas monedas al cochinito, y derrocharon a diestra y siniestra con el cinismo por delante, no es culpa de quien ahí los puso, es culpa de sus propias ambiciones. De sus desmedidos desmanes.
Hoy se escuchan sus últimas notas del tan disfrutado bailongo, algunos piensan que es la tonada de “las golondrinas”, pero para muchos es la merecida “marcha fúnebre”. Muy ambicioso les resultará esperar una miseria de consolación, las luces se apagan en este escenario, y la nueva orquesta trae sus propios actores.
Esta pues de sobra esta “rebelión de los caídos”, todo sale sobrando porque no hay una sola víctima que les prodigue compasión. Penosamente muchos ni la esperan pues rebosan de soberbia y cinismo a pesar de retirarse con la cola embarrada.
Pues bien, les había tocado “nomás la de ganar”, la ruleta dio la inesperada vuelta y hoy, les llegó su tiempo.
Lo que está por venir es ocioso, hasta el momento solo son promesas y un cúmulo de buenas intenciones. Pero con eso no se construye, como tampoco se podrá edificar con la guillotina en mano. Aunque el dejar pasar no será lo tónica a seguir porque el pueblo demanda justicia, pero eso no debe ser motivo para caer en excesos al grado de perder la cordura, la primicia es la construcción de mejores destinos para Quintana Roo y su gente.