Felipe Hernandez
Apenas unos cuantos comentarios en redes sociales, enconada defensa del exgobernador Mario Villanueva Madrid y algunos pataleos internos en el PRI generó la renuncia de la diputada Judith Rodríguez Villanueva al Partido Revolucionario Institucional y su incorporación a la bancada del Partido Verde en la XVI Legislatura local.
En realidad estamos tan acostumbrados a ver que los políticos hagan berrinche y se cambien de partido cada vez que no se les cumplen sus ambiciones de candidaturas o de otros cargos, que las renuncias «a la militancia en» ya no causan ninguna sorpresa ni tienen, aparentemente, impactos visibles en las fuerzas políticas.
Desde 1987, cuando el éxodo encabezado por Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo, que devino en la conformación del Frente Democrático Nacional y la arrolladora candidatura presidencial del primero, que obligó a que se «cayera» el sistema de conteo de votos el día de las elecciones, las renuncias al PRI han sido cada día más comunes, más frecuentes y menos impactantes.
Otro caso relevante de renuncia al PRI fue la de Ricardo Monreal Ávila, cuando el tricolor no lo hizo candidato a gobernador de Zacatecas y lo cachó el PRD, que de ese modo tuvo el gobierno de esa entidad en el período 1998-2004.
En el ámbito de Quintana Roo, el primer caso notable fue el de Jorge Polanco Zapata durante el proceso electoral 1998-1999, cuando a todas luces contaba con la simpatía del entonces gobernador Mario Villanueva para ser candidato a la gubernatura, pero el dedazo presidencial apuntaba a otro grupo político estatal. La salida de Polanco, entonces senador, devino en el surgimiento de Convergencia, que tuvo éxitos reconocibles en las elecciones de 2002 y de 2005. De entonces a la fecha las renuncias de priistas son hechos cotidianos.
En el caso de la renuncia de Judith Rodríguez Villanueva se alcanza a vislumbrar un par de motivos: el agandalle de lo que queda del grupo político del gobernador Carlos Joaquín, que tiene el control de la dirigencia del PRI y de lo que era la mini fracción parlamentaria tricolor en el Congreso del Estado; y las propias aspiraciones de la ahora diputada pvemista.
El alineamiento de la presidenta del Comité Directivo Estatal del PRI en el estado, Candelaria Ayuso Achach, en el joaquinismo es de larga data y por herencia política, desde su madre, Magaly Achach, que hizo carrera mediante la representación de colonos de Cancún, lo que le permitió cuotas para ella y su grupo en el Congreso del Estado, la presidencia municipal de Benito Juárez e incluso en el Congreso de la Unión, en los tiempos del corporativismo priista. Vaya, es tan evidente su pertenencia al joaquinismo que al inicio de la Legislatura anterior «enfermó gravemente» -y se hizo la faramalla de ponerla en una cama de hospital- para que con su ausencia la oposición a Carlos Joaquín no pudiera hacerse del control del Congreso.
En cuanto a lo que era la mini fracción parlamentaria del PRI, el joaquinismo quiso seguir teniendo el control permanentemente, pero con su agandalle perdió la fracción y también un lugar en la Junta de Gobierno y Coordinación Política. Y está por verse si también perdió el precario equilibrio que a veces lograba con el voto de Rodríguez Villanueva. Es sin duda una falla más de la operación política del equipo del gobernador Carlos Joaquín.
Así, no es un hecho que la diputada renunciante sea postulada por el PVEM solo en una posible alianza con Morena ni que el alicaído PRI resienta una más de tantas renuncias, pero sí se trata de un descalabro más para el grupo político del gobernador Carlos Joaquín.