Por Felipe Hernández
Habrán sudado fío y habrán sentido ñáñaras varios o muchos aspirantes a ser candidatos a presidencias municipales o diputaciones federales que serán votadas en el proceso electoral ya en marcha, por una frase dicha por el presidente Andrés Manuel López Obrador cuando bordeó con mucho tiento para no mancharse con el desbarajuste que trae Morena por la renovación de su dirigencia nacional, ante preguntas en «la mañanera«.
En dos ocasiones reporteros cargaron sobre el tema. En la primera el presidente simplemente dijo que no hablaría sobre eso. En la segunda titubeó y tras la habitual explicación de que no quiere inmiscuirse en asuntos de partido, porque gobierna para todos, terminó diciendo que «la transformación la hace el pueblo«, en línea con lo dicho hace algunos días, cuando afirmó que, en cuanto a Morena, había mucho pueblo y poco dirigente.
Si pueden razonar, si saben de la importancia que el presidente confiere a la gente, «La transformación la hace el pueblo» habrá tenido el efecto de un mazazo en aspirantes que llevan meses aferrados a los membretes de los partidos y que han basado sus aspiraciones exclusivamente en procurar colgarse de alguna de las siglas que irán aliadas con Morena. Por eso hemos visto a tricolores que se tornan verdes, por ejemplo, sin más mérito que el apellido que ellos suponen alcanzará para que los postulen y ganen la elección.
Viven anclados en el pasado. Sobrevaloran ismos en decadencia. Confían ciegamente en las cuotas familiares. Se aferran a un corporativismo que ya está muerto y enterrado pero ellos no se han dado cuenta. Desdeñan lo que el presidente valora: «La transformación la hace el pueblo«. Ofenden a los electores al creer que son desmemoriados, que no se acuerdan del desastre en que dejaron a Ayuntamientos que presidieron, que nunca fueron sensibles a las necesidades de la gente en los distritos electorales que representaron o el desdén y la corrupción con que operaron en la administración pública cuando tuvieron oportunidad de servir y nomás se sirvieron.
Vea nomás el activismo cupular que traen traen casi todos los aspirantes, cómo se han vuelto grandes y destacados exponentes del chapulinismo político. Pero nada más. Lucha enconada por las siglas de partidos, pero nada por el pueblo.
Usted que observa enojado o divertido el chapulinismo de los aspirantes para cobijarse bajo las siglas de Morena y sus aliados sabrá qué hacer el día de la elección.
Pocos, muy pocos aspirantes andan sustentado sus aspiraciones en el trabajo de base, conversando con el pueblo, entendiendo sus necesidades e informándoles que sí se puede atender mejor los Ayuntamientos, por ejemplo, que sí se puede gobernar diferente con el pueblo, que sí hay soluciones.
«La transformación la hace el pueblo«. Los pocos aspirantes que llevan meses trabajando bajo ese precepto van a acabar rebasando a los que ahora siguen sólo peleando por el cobijo de las cúpulas y los membretes.
Estampa
El presidente Andrés Manuel López Obrador estuvo ayer en Playa del Carmen. Quien haya seguido los discursos del gobernador Carlos Joaquín y la presidente municipal de Solidaridad, Laura Beristáin, quizá hasta aplauda su «civilidad política«… pero la realidad estuvo en la operación que ambos hicieron en redes: en la transmisión en la cuenta de Facebook del Gobierno Federal sus respectivos «seguidores» mostraron la dimensión del pleito aparentemente irreconciliable de ambos personajes.