El sábado pasado se reunieron en el campo «10 de Abril» antiguas glorias del fútbol chetumaleño.
Volver a interactuar con ellos fue un verdadero privilegio.
Allí estaban, felices del reencuentro, presumiendo sus años bien vividos.
Allí estaban sin darle tanta importancia a que el tiempo no perdone y lo primero que atrofie sea nuestra lozana piel de antaño.
Allí estaban sin reparar tanto en que algunos ya caminan retando a la ley de la gravedad.
Allí estaban, sin lamentos, sin queja alguna de ya no poder brincar y rebotar en el césped como en los buenos tiempos.
Con la plena conciencia de haber cumplido con el deporte al cual se entregaron plenamente.
Allí, precisamente, se recordó a varios adictos al fútbol que ya se nos adelantaron en el viaje eterno.
Allí estaban, algunos retando al sol, algunos buscando el cobijo de alguna sombra, tan escasa en ese sitio.
Algunos presentaban con orgullo a los nietos, quienes seguramente continuarán con el legado, con esa pasión que de tan adentro que la tienen, es fácil de transmitir generacionalmente.
El tiempo no perdona, pero combinarlo con el deporte -lo dicen los expertos-, permite una convivencia digna.
Los años llegan y se nos encaraman en la espalda sin compasión alguna.
Unos más, otros menos, pero a fin de cuentas todos de alguna forma llevamos estampada la huella de los años.
Nadie se salva de ser embadurnado por la pátina del tiempo.
Cada uno de esos personajes presentes en el llamado estadio de las grandes emociones tuvo su gracia durante el tiempo que en que corrían como venados. Algunos más que otros -tiempo y circunstancia- pero finalmente fueron gente que trascendió en el deporte al cual dedicaron gran parte de su vida.
Entre todos esos cristianos futboleros, se movía como pez en el agua Víctor Barrera Jr., hijo de un histórico promotor futbolístico del mismo nombre y apellido, quien durante varios meses de trabajo intenso se pulió para conseguir llevar a cabo el evento al que dieron en denominar Génesis del Fútbol.
Fue una verdadera fiesta.
Y vaya que es emocionante encontrarse con personajes a quienes tuviste la oportunidad de tener como compañeros o de enfrentarlos como rivales con una pelota de por medio. En aquellos campos -pelones y con piedras-, en donde el césped era lo de menos, ya que lo realmente importante era divertirse defendiendo lo más dignamente posible la camiseta del equipo al que representaban.
!Aah, que tiempos aquellos cuando jugabas por puro amor al arte!
Presentes estaban también varios señorones cuya afición al fútbol los hizo convertirse en patrocinadores de equipos grandes, de los que hicieron época en aquellos años: «Estado 30», «Boca Juniors», «Talleres Barrera», «Cecuca» y varios más que elevaron a la liga de primera fuerza al máximo en lo que a calidad futbolística concierne.
Aquello, la verdad, fue una fiesta de altos vuelos.
Fue el reencuentro de los recuerdos.
El reencuentro de gente que puso muy en alto al fútbol chetumaleño.
Enhorabuena.