Nicolás Lizama
Jimmy, ¡woooow!, con sus casi 150 kilitos encima, volvió este domingo a caminar en el llamado bulecas (boulevard de Chetumal). Un sitio del que debemos enorgullecernos y que –ojo-, no debemos convertir en un cochinero los fines de semana después de las épicas borracheras que acostumbran muchos.
El picarón de Jimmy es un estuche de monerías. Mantiene cierto control sobre su hermoso abdomen, que tanto dinero le ha costado, sobre todo a la hora de meterle bebidas espirituosas, yendo a caminar frecuentemente al Bulecas.
Un buen día, durante una de esas caminatas le llegó un flashazo de luz a su cerebro y decidió crear el Club de los Huevoncitos. Una especie de refugio para esos cristianitos a quienes en el fondo el cerebro les dice hay que activar, pero que sin embargo su otro yo, el huevoncito de lux que todos llevamos dentro, les dice: “¡ni maíz, sigue echando la hueva al por mayor!”.
Para ser huevoncito de excelencia, dice el Jimmy –le creo-, hay que parecerlo. No es solo serlo, sino es requisito ineludible el parecerlo. Tener fachas de huevón te convierte en automático y por default en miembro de este distinguido grupo que pronto alcanzará la debida notoriedad en el territorio sancaralampiño.
El Jimmy predica con el ejemplo. Este domingo se colocó los zapatos más cómodos que pudo –los más parecidos a unos zapatos tenis-, buscó la camiseta que menos le aprieta –su voluminosa panza a veces es renuente a entrar en esas playeras que pese a las veinte mil lavadas que llevan aún no quedan lo suficientemente holgadas-, se colocó sus pants, agarró una toallita y se fue al Bulecas a retozar.
El Jimmy es ojo fácil. Acostumbra echarse su taco de ojo con la carnita, excelente a veces, que se deja caer por el lugar. Sabe que no es ningún Adonis que digamos, pero cuando encuentra la oportunidad, faltaba más, tira su anzuelo al ancho y profundo mar.
La semana anterior se topó con una musa que lo dejó viendo visiones. Terminó con los ojos cuadrados y se fue a casa pensando solo en ella. Este domingo se la topó de nueva cuenta.
El mismo, en su colaboración para el San Caralampio News (Es coordinador general de la sección “Aquí Huevolandia”), nos dice:
“Aquí cumpliendo una entrega más de los Huevoncitos. Volvió la musa trotadora y ya tiene nombre: Sofía. Y hubo hasta disculpas por no haber llegado ayer. Se fue de party con unas amigas. Y sí estaba en el boulevard, pero no ejercitando, sino libando. Hubo reclamo por no haberme invitado. ¡Ja, ja, ja! Y me dijo que no lo vuelve a hacer (eso espero).
El reporte es desalentador. Solo tres huevoncitos caminando por aquí. Dos bicicletos. La musa trotadora, tres parejas de la tercera edad, entre ellos Carlitos y don Arce. Pero eso sí, muchos desmañanados que no saben hacer otra cosa más que rajar trago en este bello y extraordinario lugar”.
Tras sus rigurosos quince minutos de caminata, el buen Jimmy –sediento, medio “crudo” aun-, se dirigió al centro de la ciudad, al sitio en donde le prestan un rinconcito para que le sirva como oficina de los Huevoncitos. Ese día fue de reclutamiento, de afiliar miembros para la organización. Por de pronto hizo dos adquisiciones bomba. Realizó dos contrataciones espectaculares de las que se hablarán en todo lo que resta del mes
Por principio de cuentas, contrató al Shrek, para que le sirva como delegado en la colonia “Casita de la Ch…”. “El Cila” fue enviado como delegado a las canchas del ITCH. El señor Chan es delegado de los huevoncitos que concurren al parque Ecológico. El Diablo, fue nominado como representante en Bacalar. El Químico y don Arce se van como enviados de lux al asilo de ancianos de la localidad.
Al término de la fructífera jornada huevoneril, los distinguidos miembros de este grupo se entregaron en cuerpo y alma a lo que mejor les sale: La “conbebencia”