Nicolás Lizama
La disputa por conseguir la nota, es intensa. Codo a codo, veteranos y novatos, los reporteros se inmiscuyen en una especie de competencia por ver quién es el que entrevistará a los más famosos.
Un Informe de Gobierno es el campo propicio para ver de qué cuero salen más correas. Es el evento ideal para sacar a relucir todas las habilidades que posee un reportero. Aventaja –es indudable-, quién tiene más facilidad para trabar relaciones con cualquiera.
Esta vez se instaura un nuevo sistema para el desempeño de los comunicadores. Hay un área específica en la entrada del Centro de Convenciones. A diferencia de antes, cuando podían ir y venir por todos lados entrevistando a quién les viniera en gana, esta vez hay que respetar un área destinada exprofeso. La intención, me imagino, es propiciar fluidez en el recorrido que hacen los invitados con rumbo al salón en donde escucharán el Informe de Gobierno. Tiene su grado de incomodidad eso de andar esquivando el tumulto que se arma cuando de pronto ingresa algún famoso y los reporteros corren a su encuentro. Cuando suceden estas cosas, hasta descalabrados se registran cuando de pronto, sin deberla ni temerla, sientes el golpazo del artefacto que carga en el hombro el camarógrafo que corre a la par que el reportero.
Y nada más cómodo para el personaje famoso que -¡uf!-, puede avanzar libremente sin que los reporteros estén interrumpiendo su paso a cada rato. Con la nueva modalidad, es suficiente fingir sordera para avanzar sin contratiempo alguno. Los que no tienen ningún inconveniente con andar concediendo entrevistas a diestra y siniestra –los no tan famosos, pues-, hasta se acercan a la valla y saludan a los reporteros. Como no queriendo la cosa, se ponen de a pechito para que comiencen las preguntas.
Hay reporteros inquietos que se pasean como leones enjaulados en el área reservada para ellos. La nota exclusiva se les va con ese personaje que hábilmente se escurre por el lado en donde está instalado un grupo musical que ameniza los instantes previos al inicio del Informe. La chica del conjunto tiene una voz esplendorosa. Tiene talento y les llega a todos con su arte.
Nadie los toma en cuenta, pese a todo. Los invitados entran sudorosos, se dejan arropar por los edecanes y luego, presurosos, se dirigen al salón a instalarse en el sitio que ha sido destinado para ellos.
Pocos son los que se detienen en el pasillo que lleva al salón destinado para el acto principal de dicho evento. Y es claro que quien lo hace –plan con maña-, es para el regocijo de los reporteros. Uno de ellos es el alcalde de Benito Juárez, Paul Carrillo, que rodeado de su séquito, se deja querer por todos los que pasan a su lado. Y es ahí en donde se nota la importancia política que tiene cada municipio. Es notoria –abismal a veces-, la diferencia entre gobernar Lázaro Cárdenas y administrar los destinos de municipios como Cozumel o Benito Juárez. Y se nota por los apapachos, se nota por el fervor que incluyen los abrazos, se hace evidente por el contenido del mensaje dirigido a esos alcaldes muy afortunados.
Y es notorio el trato que reciben quienes van a la alza y el que recepcionan los que han caído en desgracia. Es el caso de Sebastián Uc Yam, el polémico ex alcalde de Felipe Carrillo Puerto, quien ha librado la cárcel solo porque, de veras, tiene una suerte extraordinaria. Es poseedor de un descaro incomparable. Nadie va motu propio a saludarlo –las desgracias, como la gripe, se contagian de inmediato-, sin embargo él sale corriendo al encuentro de cualquier funcionario de cierta relevancia que ingrese al recinto. Con su característica sonrisa que le cubre todo el rostro –de oreja a oreja, dirían los clásicos-, corre con los brazos extendidos al encuentro con los invitados relevantes. Nadie le concede más tiempo del necesario –la política es cruel a veces-, todos encuentran la manera de evadírseles antes de que el infortunado ex presidente municipal comience a sincerarse.
Carlos Cardín es uno de los que le dan la vuelta de manera no tan elegante. El político chetumaleño, antes un personaje poderoso, hoy, amparado en la experiencia, brinda asesoría a los políticos de nuevo cuño. Su físico, clásico en el político semiretirado, evidencia que la glotonería es lo suyo. Es notorio que a la hora de vestirse tuvo problemas para empaquetar sus kilos de más en el interior de la camisa. Detrás de él viene otro tipo inmenso. Es José Alpuche Pajón, delegado de la Conagua, quien tampoco canta tan mal las rancheras cuando de atascar al estómago se trata. Unos pasos atrás, el buen David Romero llega diciendo casi a gritos quítense que ahí les voy. Él también cuenta con una panza esplendorosa.
El doctor Manuel Aguilar Ortega, ahora en su modalidad de plebeyo, sin el pedigree de otros tiempos, llega solo con su alma. Harina de otro costal, sin embargo, más allá del bien y del mal, en cuestiones monetarias, sobre todo, ni en un solo instante muestra mala cara (así, quién no). Todo el tiempo está sonriendo. Si no es feliz, al menos lo aparenta. Otro en la misma circunstancia, solitario, pero ese sí, con rostro circunspecto, es el ex edil Carlos Mario Villanueva.
Cuando un político no está viviendo sus mejores momentos, se nota cuando son escasos, casi nulos, los que se acercan a saludarlos
Eduardo Espinosa, primer edil de Othón P. Blanco, llega con su asistente, que más bien parece su doble, ya que tienen el mismo tonelaje. “Abux”, derrocha simpatía, en campaña siempre, no niega ningún saludo, no rechaza ninguna pose para la fotografía, no le hace el feo a ninguna entrevista. A todo le entra con la sonrisa que ya le es característica.
La llegada del anfitrión, Roberto Borge, pone fin a toda actividad que se suscita en el vestíbulo del centro de convenciones. Comienzan las carreras por todos lados. Los reporteros van a la sala de prensa y hacen un recuento jerarquizado de las entrevistas realizadas (la batalla ha finalizado), mientras los invitados, ya instalados, se enteran de lo que en materia gubernamental se realizó durante el año.