Valladolid.- Si hay alguien en Valladolid que nació para ser bandero ese es, sin duda, Julio Áscari Barrero Medina, un hombre que perseveró y nunca desistió para alcanzar su más grande anhelo que hasta hoy, después de más de tres décadas, sigue disfrutando con pasión.
Todo empezó en el salón de clases, en cuarto grado de primaria, cuando pasaron a invitar a los alumnos que quisieran pertenecer a la banda de guerra. “Levantamos la mano para participar en el filtro, pero por alguna travesura, la cual se me señaló a mí sin ser el responsable, quedé fuera”, comentó.
Sin embargo, el deseo por cumplir su anhelo no quedaría ahí, pues al no ser seleccionado en la banda decidió prestar una corneta al director para que practicara en casa. Fue ahí cuando demostró que no iba a desistir en conseguir su propósito.
Y así fueron los últimos tres años de persistencia en la primaria, intentando y practicando, la cual nunca dio frutos pero que lo forjarían para lo que vendría más adelante en la secundaria. Momentos de angustia vivió cuando pensó que le quitarían la única herramienta que le había ayudado a tener noción de lo que era la disciplina, ya que un maestro le pidió la corneta al director pero este no accedió.
Ya en la secundaria, el fantasma del impedimento se hizo presente en la vida de Julio Áscari, cuando al invitar a los alumnos a pertenecer a la banda dijeron que solo ingresarían los que hayan participado en la primaria. “Por lo mismo no levanté la mano, pero me quedé a observar las practicas que estaban haciendo para el desfile del 16 de septiembre”, dijo.
Grande fue su sorpresa, cuando el maestro se le acercó, y al preguntarle y conocer su historia, le indicó que al día siguiente tomara una corneta y le demostrara lo que había aprendido.
Desde ese entonces comenzó a cumplir lo que tanto anheló, pues era casi perfecta la habilidad que había adquirido que hasta comandante fue nombrado dos días antes del desfile al sustituir al que estaba en turno y que se había enfermado.
De ahí, también se hizo instructor luego de que la directora de la escuelita de Santa Ana le comentara que quería armar una banda de guerra. “No dude en decirle que podría enseñarle lo que sabía y que sí podría ayudar a conformar”, señaló.
Fue así cuando desde primero de secundaria, a los 13 años, Julio Áscari ya enseñaba en tres escuelas primarias, y desde eso las puertas se le empezaron a abrir, teniendo incluso la oportunidad más adelante de trabajar en el Cobay y de armar lo que sería la banda de guerra municipal, conocida como el Escuadrón Gavilanes, poseedora de un primer lugar a nivel nacional, y que hasta hoy sigue dando de qué hablar en eventos de gran relevancia.
Cabe mencionar que el entrevistado, a invitación, también tuvo la oportunidad de pertenecer a la banda de guerra del 33 batallón de infantería, cuando realizó su servicio militar.
“31 años dedicado a mi más grande anhelo, desde los 13 años enseñando y forjando, qué más puedo pedir a mis bien vividos 47 años de edad”, concluyó diciendo en tono de satisfacción.