Por Mario Castillo Rodríguez
Siendo hoy por hoy las redes una herramienta de alto valor para el encuentro común de la sociedad en el Internet en aras de generar opinión y alcanzar niveles de simpatía como nunca antes en épocas anteriores, la política ha encontrado en este instrumento electrónico un lugar idóneo para la construcción de proyectos, incluso para su destrucción.
En los últimos años, Quintana Roo al igual que otras entidades ha sufrido una transformación más allá de cualquier expectativa tras la llegada de las redes sociales a la mayoría de los hogares, y en este concierto de información en la que intervienen niños, jóvenes y adultos de todos los niveles económicos y sectores, todos han encontrado un espacio para generar simpatía con la finalidad de ser las personas o grupos más populares del entorno.
La política no es ajena a esto, y los últimos procesos electorales, así como los conflictos originados por ejemplo entre maestros y autoridades educativas, fueron entes que vieron en la web un escenario sin censura para llegar a la conciencia ciudadana generando opinión de todo tipo.
Y es que tanto el Faceboock como el Twitter o Instagram, fueron el “boom” de la noticia en web para compartir información de los acontecimientos sociopolíticos en cuestión de segundos, y esto es hoy por hoy un panorama de ambigüedades para la clase política ya que por un lado permitió a aquellos que accedían a las redes para ganar adeptos, incrementar por miles su número de simpatizantes, tal y como sucedió en la pasada contienda electoral del 2013.
No obstante, la correlación directa entre políticos y sociedad, abrió la posibilidad también de poner en el confesionario al personaje en cuestión de manera pública, ponerlo en el dilema de responder sin temor alguno, o evadir preguntas dando opción a la falta de credibilidad y a la falta de carácter para afrontar situaciones complicadas, algo que sin lugar a dudas no ocurría en los ya poco usuales correos electrónicos o el “Skype” -por ejemplo- que otorgada la discreta ventaja de la plática bidireccional; sin temor al juicio masivo.
Como mencionamos con anterioridad, el manejo de las redes sociales en Quintana Roo, vino jugando un papel primordial en la política de unos años a la fecha, y esto se hizo más notorio en la pasada contienda electoral que sirvió para medir fuerzas entre partidos, grupos de poder y personajes en pos de un espacio en ese imperio que mayor demanda tiene entre las élites de esta joven entidad: la política.
Muchos quizá no compartan esta opinión, pero la realidad es que las pasadas elecciones donde elegimos 25 diputados locales y 10 presidentes municipales, en cuanto a preferencias de personas o partidos refiere, no se jugó ni se consiguió en las calles como así se piensa, porque de nada sirvió el desgastante tocar de puerta en puerta más que para complementar el acostumbrado circo de toda campaña, cuando es del dominio público que la política de hoy se construye en las redes, no en la calle.
La realidad es que en la sociedad las redes han producido un efecto democratizador, que en algunos casos construyó, pero en otros destruyó porque a través de éstas –partidos y personajes-, también se desprestigiaron unos a otros tras la máscara del anonimato, con sitios y usuarios creados a modo, con la única intención de dividir y restar fuerzas al adversario.
Los medios de comunicación también fueron presa de esta estrategia, y en este juego de poder muchos de ellos surgieron, pero también muchos medios electrónicos desaparecieron de la noche a la mañana, o más bien fueron mandados a desaparecer con un simple y maquiavélico “click”, ni que decir de esas ostentosas páginas que fueron borradas de tajo.
Quizá muy pocos palparon este escenario donde se decidieron tan importantes posturas en el escaparate político del estado, pero las redes sociales fueron ese enorme espacio de conversación donde los ciudadanos convirtieron el tema electoral en conversación cotidiana. Y valga la redundancia; las redes sociales fueron vistas como campos estratégicos de la disputa electoral, que derivó en el despliegue indiscriminado de recursos económicos y estrategias de los diferentes aspirantes (sin distingo de partidos), para inducir a través de este terreno, y de ese modo marcar en forma predeterminada la agenda en las pláticas de los usuarios, con la intención –desde luego-, de persuadir el voto hacia determinado partido y/o aspirante.
Previo a la jornada, se crearon cuentas de Facebook, Whatsapp, Twitter, Instagram, entre otros; para suplantar a actores públicos, y en el peor de los casos, las cuentas falsas fueron usadas como canales de desinformación para los usuarios de las redes sociales, a modo de denostar al contrincante.
Y es que también, sin ser parte de la estructura de los partidos políticos, se crearon voceros oficiales generadores de información que formaron parte de una campaña por demás estratégica, donde el presupuesto de los institutos políticos fue dividido entre spots publicitarios y pago de redes sociales.
Ahora bien, esta herramienta no sólo ha sido bien aprovechada por políticos y partidos, sino por la misma sociedad como medio de protesta hacia las malas conductas de sus gobernantes, y es este espacio donde los medios y figuras públicas tienen la mirada fija, el reclamo social ha cobrado gran eco al grado de que para el gobierno resulta por demás imposible caer en debate a través de las redes sociales respecto a las tareas pendientes o las omisiones. Imposible sería también querer apagar esas voces de reclamo. La mejor opción es ver a través de estos canales un espacio de crítica con fines de enmendar errores y construir proyectos de mejor aceptación y valía entre la sociedad.
Hace falta pues, que todos concienticemos respecto al uso de las redes sociales, para que como sociedad organizada podamos contribuir a la erección de un mejor Quintana Roo, de un mejor México, o porque no; de un mundo mejor.