Por Mario Castillo Rodríguez
Chetumal.-Doña Juana, la empobrecida madre de familia quintanarroense que diariamente tiene que hacer de tripas corazón para que “el chivo” que le deja su viejo le alcance hasta para el teléfono y la luz; se quejó ante este medio de comunicación de los gastos excesivos que tuvo que afrontar en este fin de ciclo escolar 2014-2015.
“Las clausuras de los chamacos me dejaron sin dinero, tuve que empeñar hasta la plancha para comprar y mandar a hacer la ropa de mis niños”, afirmó quejosa de que los maestros no reparan en pedir sin saber cuál es la situación que priva al interior del hogar.
Y es que de acuerdo a una breve encuesta –porque no se requiere tanta ciencia al respecto-, cada madre o padre de familia que este fin de curso tuvo que cubrir los gastos de vestimenta para que sus hijos participaran en el evento de clausura, erogó –como mínimo- entre los 500 y 1000 pesos.
“Es un gasto que no estaba previsto dentro del presupuesto familiar, pues de acuerdo a la propia Secretaría de Educación y Cultura no es obligatorio, pero en mi caso fue decisión de la dirección de la escuela, y que aprobaron la mayoría de los demás padres de familia, y no me quedó más que aceptarlo”, comentó Doña Juana.
Esto en cuanto a las escuelas de nivel básico (Jardín de niños, primaria y secundaria), ya que en el caso de los planteles de nivel medio superior y superior, los costos van más allá de las cifras antes mencionadas, superando incluso hasta los 3 mil pesos por alumno, sin pasar por alto la tradicional cena que en el peor de los casos muchos omitirán.
Cabe señalar que en su mayoría, los tutores mandaron a confeccionar ropa que solamente servirá para esta ocasión, y que posteriormente no tendrá otro uso más que adornar el baúl de los recuerdos familiares.
La confección de uniformes de gala para el tradicional “cambio de escolta”, fue otro de los gastos –prácticamente obligados-, a los que los padres de familia tuvieron que entrarle rebasando el presupuesto previsto ante la desgastada economía que se hace presente en más del 50 por ciento de los hogares quintanarroenses.