*Oneida Cuxim Irigoyen se aferra a la Secretaría General del PRI de Bacalar para “satisfacer” sus ambiciones políticas
*Quieres sacar partido del partido
Aun y cuando los tiempos no son propios para la orquesta, el juego político día con día va cobrando más efervescencia en Quintana Roo con miras a consolidar estructuras que garanticen votos en las futuras contiendas del 2105 (cuando se renovarán a los inquilinos de la Cámara de Diputados en el Congreso de la Unión) y el 2106 (cuando habrá de elegirse al sucesor de Roberto Borge Angulo, las 10 presidencias municipales y las 25 diputaciones locales, incluidas las pluris).
Y en este jaloneo, las mujeres buscan cada cual ser el cuadro político de mayor simpatía para entrarle a la batalla que permitirá –de acuerdo a las recientes reforma político electoral-, nivelar la balanza con el género opuesto para sobresalir en los cargos de elección popular, desde luego, con esas contadas excepciones donde la mono-nominación impedirá aspirar a la anhelada igualdad.
La realidad es que en la Entidad existen muchas féminas capaces y comprometidas, pero también las hay desleales y ambiciosas. Esas que sólo persiguen sus sueños particulares sin importar el beneficio común, mucho menos los principios partidistas.
En la gran mayoría de los municipios se aprecia la “revolución femenina”, se ven mujeres trabajando no sólo por las mujeres, sino por todos los sectores, todas buscando su espacio, de todos y cada uno de los partidos habidos y por haber en el Estado. Todas desde sus respectivas posturas haciendo lo propio.
Empero, nunca falta el negrito en el arroz, y lamentable es el caso de Bacalar donde las mujeres –las que iniciaron no sólo la lucha que permitió su consolidación como demarcación municipal sino que sembraron las bases de la administración-, han silenciado su andar a cambio de canjes políticos que hoy aseguran la quincena y una que otra postura “de relevancia”, ya que al fin de cuentas lo importante era salir del rancho, figurar en las esferas que permiten codearse con el o los de arriba, o simple y sencillamente cumplir encomiendas distractoras para que no “hagan olas”.
Ahora bien, valga la redundancia, nunca falta el negrito en el arroz, y particular atención merece la ambiciosa actuación de Oneyda Cuxim Irigoyen, quien se ha aferrado a permanecer al frente de la Secretaría General del PRI en dicha demarcación para remover las ruinas de su anterior andar, con la aspiración de alcanzar de perdido una diputación siquiera, porque una regiduría es poco para la ambiciosa “dama”.
Y es que con sus conductas, “la chica de la sonrisa sexy” quieres sacar partido del partido y ha demostrado que sus pretensiones están por encima de los lineamientos del Revolucionario Institucional, que nada detendrá su marcha aún y cuando así tenga que traicionar a la propia militancia que erróneamente depositó la confianza en ella para ser reelecta en el cargo.
Es por demás deplorable que Oneyda utilice como carne de cañón a los sectores más empobrecidos de la sociedad, esos que viven en la quietud de sus comunidades, y que alejados del bullicio y de la falsa sociedad son susceptibles al engaño con miserables dádivas que van desde raquíticas despensas, enseres domésticos de bajo costo y otras canonjías que dan “el placer del intercambio de favores”.
La sociedad ya no es la misma, y eso Cuxim Irigoyen no logra percibirlo con su ciega ambición. Hoy los ciudadanos ya conocen sus derechos, y si prefieren vivir en el anonimato, es porque no quieren rozarse con gente de su calaña, con gente que ofrece atención a cambio de votos de popularidad. Eso no es un compromiso social, así no se ganan las batallas, y menos cuando está en juego el sentir de un pueblo marginado y en abandono.
Este tipo de actuaciones distan mucho de alcanzar la paridad con la que tanto han soñado las mujeres, pues no sólo traicionan a la sociedad sino a la lucha misma de nivelar posiciones en el escaparate político.
Sirva el mensaje para la ambiciosa Secretaría General. Y sirva también para muchas otras personalidades –hombres y mujeres por igual-, que anteponen los intereses personales y de grupo, a las necesidades del pueblo. Con los sentimientos de la gente no se juega, y menos cuando por años han sido engañados y defraudados; justo sería darles respuesta, darles esperanza