Decía mi abuelita: no es pecado no saber, lo que es pecado es no preguntar
Frase sabias que me hacen reflexionar sobre las capacidades de los funcionarios que tienen en sus manos la dirigencia de nuestro hermoso y privilegiado estado de Quintana Roo, a lo que me lleva: no es pecado que estos grandes o pequeños funcionarios no tengan los conocimientos necesarios para desempeñar sus cargos o que su misma juventud no les de las habilidades requeridas para salir avante ante las demandas de sus responsabilidades.
Es bien sabido de la gran ola de jóvenes funcionarios de los tres niveles de gobierno, es una época de cambios en donde los egresados de universidades de prestigio nacional o internacional son los respaldos de estas y estos nuevos jóvenes lideres que, no podemos dejar de mencionar, provienen de familias privilegiadas económicamente hablando y con las relaciones adecuadas de compadrazgo que les permiten incursionar en la administración pública auspiciados en principio por la economía empresarial familiar, para una vez en el poder dar reciprocidad al apoyo recibido, negocio redondo.
Pero dejemos este punto pendiente y regresamos con mi abuelita ¿es pecado que sean jóvenes o que no sepan lo que hacen?
Si el presidente de México va a la feria del libro más importante de nuestro país y confunde al autor del libro que están premiando o confunde en una ceremonia un municipio por un estado, o demuestra una muy deficiente pronunciación del idioma Ingles ante sus homólogos internacionales, podemos hablar de una falta de cultura general, si lo decimos muy, muy, pero muy, suavemente.
Pero en realidad me preocuparía más saber quiénes son los asesores de un personaje de tan alto nivel político y de responsabilidad social, ¿quién los recomendó? ¿Qué cartas curriculares presentaron?
Antes de su exilio Porfirio Díaz dijo: «en realidad pensé que todo México me quería», su pecado fue prestar oídos a sus allegados y no a los propios, pagó muy caro la mala elección de sus consejeros.
Solo haría falta cerrar los ojos y tratar de recordar las caras de los asesores de algunos secretarios de la actual administración del estado o las presidencias municipales y preguntarnos ¿quiénes son? en el mejor de los casos ¿qué estudios tienen?
Para gustos hay colores, hay desde las muchachas bellas y de esbelta figura que se encargan de llevar desde el peinado impecable y la vestimenta acorde a la temporada que además de cargar los múltiples celulares, también carga la bolsa de moda de su jefa, también los hay caballeros galanes y hasta de barba partida que entre sus habilidades se encuentra concertar las citas entre sus jefes y sus admiradoras y los menos escasos pero existentes, los egresados de alguna licenciatura que a sabiendas de los desatinos de sus jefes, prefieren decir que -todo está bien- antes de verse textualmente «cagoteado» por sus insolentes opiniones.
Hoy en día los y las «jefas» no escuchan, no se dejan asesorar, todo lo saben, todo lo pueden y nunca se equivocan, no es que sean jóvenes, no es que sean hijos de papi, son producto de una generación de niños que les faltaron algunas buenas nalgadas de chiquitos.
Señoras y señores funcionarios de Quintana Roo, no es pecado que no hayan estudiado o que no recuerden lo que estudiaron, no es pecado que lleguen a sus cargos por compadrazgo, no es pecado que su familia pague sus posiciones políticas, lo que sí es pecado y no podemos perdonar los que amamos esta bendita tierra es que no acepten su falta de conocimientos y se rodeen de personas con menos preparación que la suya para subsanar su síndrome de inferioridad.
Aprendan a acepten las críticas constructivas de su proceder y nunca, nunca, dejen de salir a la calle a escuchar lo que la gente opina de ustedes.
No es pecado no saber, es pecado no preguntar.