BALANZA
Por Mario Castillo Rodríguez
¿Feliz día del maestro?
Poner en la Balanza los alcances obtenidos en materia educativa, inicia en la palabra “educación”; una palabra que encierra muchos significados, pero cuya carencia determina dramáticamente el inexistente desarrollo del ser humano y de los pueblos como el México en el que hoy vivimos.
Es inevitable reconocer que en la actualidad el sector educativo es uno de los que más crisis registra en nuestro país de acuerdo con los indicadores de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), que posiciona a México en los últimos lugares en esta materia de acuerdo con los resultados del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes (PISA), o el reporte de “La curva de aprendizaje” de Pearson. Una situación que hoy por hoy mantiene encendidos los focos rojos en el nivel de aprendizaje de la niñez y la juventud mexicana.
Esta crisis, obedece también a la inmensa pérdida de valores que padecemos como sociedad, a la falta de profesionalismo de los educadores y a la falta de interés de los educandos, pero sobre todo a la falta apoyo de parte de nosotros los padres de familia, que desde el hogar faltamos a la tarea de procurar educación para nuestros hijos.
Así es, sino en todas, en la gran mayoría de las familias mexicanas se vive una inmensa crisis de moral, de conciencia y de valores, producto de los problemas financieros que nos rebasan y obligan a tomar caminos equivocados en busca de solventar las necesidades inmediatas del hogar como el alimento y pago de servicios básicos, y que nos roban atención para nuestros hijos.
Todo esto se conjuga con la pírrica tarea de profesionistas de la educación que acuden a las aulas a demostrar su falta de compromiso y vocación, concretándose a señalar una lección del libro para copiar o solo dictar durante el tiempo que dura la clase, sin interactuar más que para llamar la atención a los alumnos, y desde luego, con el abandono emocional de los hijos ante la falta de apoyo de nosotros sus padres, que trae como consecuencia el poco interés que los muchachos ponen en la superación académica.
Hoy más que nunca nuestra Nación necesita que reflexionemos en la importancia de la educación y seamos conscientes de que, en la medida en que cada uno de nosotros desde nuestra trinchera, sea como comunicadores, amas de casa, médicos, profesores, obreros, o funcionarios públicos, nos comprometamos a trabajar por el desarrollo personal y familiar, “en beneficio de nuestros propios hijos”.
Para un servidor, el término educación debería referir a una enseñanza directa de parte de los que saben algo, en favor de los que nada saben; a una enseñanza que sirva para aumentar la capacidad productiva de cada mano mexicana que trabaja, de cada cerebro que piensa, realizando un trabajo útil, productivo, con acción noble y con pensamiento alto, ese debería ser el verdadero propósito de ese sistema educativo mexicano que hoy es utilizado como trampolín hacia el escaparate político, como carne de cañón para intercambio de prebendas entre el gobierno y el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación; en eso se ha convertido el término educación en México.
Esto no significa que todos los maestros sean malos, no, no es así, lo deprimente es que el corrompido sistema limita a aquellos que verdaderamente tiene la vocación de enseñar y formar jóvenes capaces y autosuficientes.
En México la Secretaria de Educación Pública (SEP), es la institución encargada de administrar los diferentes niveles educativos del país: educación básica, media y superior. Algo que esta deja mucho que desear ante el grave problema que tiene México en materia educativa, aún y cuando se supone que hay una gran cantidad de programas impuestos por el gobierno que atienden a esta situación deplorable. Programas que cuestan muchos miles de pesos a los bolsillos de las y los mexicanos, pero que arroja nulos resultados a una sociedad en desarrollo como la nuestra.
Por eso hablar de educación en México es un tema por demás complejo, es un tema que a decir de los maestros, se resuelve con marchas, plantones y escándalos; pero que a decir de las autoridades educativas, se resuelve con omisiones y con ese silencio cómplice de quienes disfrutan de los jugosos recursos que otorga vivir cómoda y placenteramente de la palabra “educación”.