Por Mario Castillo Rodríguez
No hacía falta ser experto en la materia, pero la lógica invitaba a concluir en el análisis que la renuncia de Carlos Joaquín al Partido Revolucionario Institucional cortaría de tajo el fervor que prometían “los Judas y los Pedros”, precisamente aquellos que hasta hace dos días integraban su equipo de apóstoles y le juraban lealtad.
La desbandada no hizo esperarse, pues aparte de que el ex subsecretario de Turismo no se tomó la molestia de informarle a su gente de su salida del PRI, muchos están conscientes de que una alianza no les garantizará el poder acceder a espacios que ya veían en sus manos y el pan no alcanzará paras ser repartido a quienes gusten de sentarse a la mesa.
Y es que un gran número de los que ya se han desmarcado de Joaquín González, no comulgan con la idea de cambiar de partido para seguirle los pasos, ni muchos menos cuando se habla de institutos políticos como el PAN y el PRD, que vieron las luces del 2016 con el desgaste a cuestas y con múltiples fracturas en su interior, quizá pulverizados.
Y sin importar si éstos -y los que puedan sumarse- ganarán o no abanderando al hijo del tatich cozumeleño, la idea fundamental es pegar una bocanada de aire en aras de fortalecerse, y concluir la elección local con la esperanza de conservar al menos su registro como partido político.
Muy arrojado es querer caminar sobre las aguas y lo cierto es que con todo el aparato institucional, la desbandada sabe también que ganarle al Tricolor no será tarea sencilla; que los pocos trozos de carne que hoy sostienen entre sus manos deberán ponerlos –todos y cada uno de ellos- en el asador, y es evidente que tampoco están dispuestos a ese sacrificio.
La misma Biblia lo dice a la perfección, pues ni bien ha “cantado el gallo” y un nutrido número de “apóstoles” ya le ha negado incluso más de tres veces en afán de proteger sus intereses personales, ya que están conscientes de que es en el PRI donde el confort les ha privilegiado mamando de la ubre pública, y sin la necesidad de poner en riesgo su capital.
Ni hablar, dicen que los roedores son los primeros que hacen carrera cuando el navío hace aguas, y lo malo es que el que presumían seguir ni siquiera a levado anclas en los mares de las alianzas, por lo que lo interesante será ver que hoy despreciados por el propio Revolucionario Institucional y sin mesías a quien seguir los pasos, no les quedará más que llorar su derrota como el perro de las dos tortas pues, llámese estatal o municipal, es evidente que ni las migajas comerán en la siguiente administración.
¿Dichosos los invitados a la cena del Señor?