Punto exacto: Por Julian Puente
La pandemia del covid-19 representa una amenaza colectiva como pocas en la historia. Es imposible no sentir algo extraño al caminar en los supermercados y encontrarse con pasillos vacíos de productos que echamos de menos cualquier día de la semana.
Primero fue el desinfectante de manos y el papel de baño, y después la comida enlatada, tortillas de harina y hasta las toallitas de manos han desaparecido.
Antes de que tuviéramos tiempo para procesarlo, las autoridades locales y estatales nos pusieron prácticamente a todos en cuarentena para evitar la propagación del coronavirus COVID-19, que la Organización Mundial de la Salud.
Nunca una sola causa había afectado a tanta gente, al mismo tiempo y de forma tan uniforme. No importa si eres el dueño de la empresa más grande de un país, o el dueño de la miscelánea de la esquina; tus ventas se van a bajar.
Lo cierto es que hay cosas en la vida que, en un momento, transforman el comportamiento y las costumbres de los seres humanos. Eso ha pasado con la pandemia del Covid-19.
La humanidad se estrelló de pronto con una pared de hierro que ha detenido todo. Se acabaron los festejos y empezaron las sombras.
Ni el poder, ni la riqueza, ni la sabiduría, ni todo el armamento salvaron al ser humano del azote catastrófico de la epidemia.
El mundo cuando pase la crisis no será igual, el miedo es lo que verdaderamente paraliza a muchos . Habrá ausencias dolorosas y recuerdos ingratos, costará tiempo y esfuerzo recuperar la tranquilidad y la viabilidad económica y tendremos cicatrices en el espíritu que serán permanentes.
Que el mundo sea mejor o peor dependerá de varios factores; habrá, sí, la tentación autoritaria, de imponer el orden’, pero también la posibilidad de recuperar, después del encierro y la distancia, una libertad que la rutina y el consumismo nos hizo perder.
En ese sentido, como ciudadanos, debemos mantenernos en estricta y continua vigilancia, tanto para la protección de nuestra salud, como para la preservación de nuestras libertades democráticas y para garantizar el disfrute de un mundo al que toda la humanidad, y no grupos aislados o selectos, tiene derecho a disfrutar.
El interés personal y egoísta se encuentra por fin con el sentido humanitario: si al otro le va bien, me irá bien a mí. Necesito que el otro se proteja y esté sano, para protegerme yo y estar sano yo. Y nos recuerda ese principio general “haz por los otros lo que quisieras que hicieran por ti”.
Finalmente lo que demuestra el covid-19 es que todos compartimos un destino común como especie, y también como planeta.
Nos recuerda que todos somos vulnerables, todos somos responsables.
Por el contrario, si algo bueno puede surgir de esta pandemia debe ser una reflexión individual y colectiva sobre lo que estamos haciendo como sociedad, una reflexión de nuestro modelo económico y social, sobre la forma como consumimos, producimos, y ante todo, cómo nos relacionamos unos con otros y cuáles son nuestros deberes con el prójimo.
Sin lugar a dudas creo que esta pandemia es un llamado de alerta del planeta para reencaminar las acciones y por fin se busquen estrategias que puedan ser benéficas para todos y al decir todos me refiero también a nuestro medio ambiente.