Punto exacto por Julian Puente
Es cierto, en ninguna parte la política es una profesión muy bien mirada, pero tras nuestras últimas elecciones, no pude evitar preguntarme cómo fue posible que, habiendo tenido el país una elección presidencial tan diversos como los que hubo, tan poca gente hubiera ido a votar. En unas cuantas semanas las campañas disfrazadas comenzarán y los partidos políticos siguen sin nada que ofrecer. Hace ya tiempo que los partidos políticos han dejado de representar a los ciudadanos; su distanciamiento y falta de credibilidad social es algo tan preocupante como urgente de resolver, y la actual sensación general de corrupción política propicia la desconfianza y la indignación, ampliando el divorcio entre los partidos y la sociedad; y hablo de todos los partidos en general para que no se me alebresten.
Antes de la llegada a la presidencia de la República de Andrés Manuel López Obrador las percepciones mostraban en general que los partidos políticos ocupan el lugar número 13 entre las instituciones con mayor confianza en nuestro país, de un listado de 15. Los datos anteriores, muestran el preocupante panorama de falta de confianza en el que se encuentran los partidos políticos, esta crisis de credibilidad no es nueva y se trata de un fenómeno global, con situaciones singulares en cada país y sumamente volátiles. Aquí vale la pena analizar lo siguiente: que los partidos existan desde hace tiempo no es un motivo para conservarlos. Solo merece la pena mantenerlos si realmente puede afirmarse que hay en ellos algo de bueno, es decir, si su presencia contribuye a mejorar la calidad de la democracia, del debate público y de las decisiones que se adoptan. Si no hay nada de esto en los partidos, por mucho que lleven tiempo existiendo y que su nacimiento sea prácticamente coetáneo al de las democracias representativas, no habría ningún argumento para su mantenimiento.
Considero que el partido político en el que quieren estar los millones de electores es estar en un partido que cree en las personas, pero que cree en las personas en serio, empoderándolas no para vivir haciendo denuncias, sino que para hacerse cargo de su destino con herramientas que le den verdadera libertad y verdadera conciencia de sus actos, para que a través de sus propias acciones, cada persona se convierta en un agente de cambio positivo. Un partido que convoque a todos quienes quieren desarrollar una vida con sentido, buscando la virtud y el crecimiento, tanto personal como social. Una vida con significado, en que los esfuerzos individuales rindan frutos y aporten a un esfuerzo colectivo por la construcción de un mundo mejor para cada persona, su familia, sus seres queridos, la sociedad, el país y el planeta en general. Lo cierto es que muchos de los actuales partidos siempre tienen la sensación de que su poder es insuficiente para hacer todas aquellas cosas que querría hacer y la tendencia natural es a ir extendiéndose hasta donde pueda.
Hay que considerar que las percepciones ciudadanas tienen mucha desconfianza ante las burocracias al interior de los partidos, sindicatos, organizaciones e instituciones, que actúan más por intereses de grupo o factores del poder, que, de sus militantes o simpatizantes, es decir, carecen de procedimientos democráticos, siendo protocolos formales, que siembran elementos de desconfianza. Aunque no dudamos en principio de la honradez individual de la mayoría de los políticos y cargos públicos, es evidente que algo falla en el funcionamiento de los partidos y su relación con los ciudadanos. Y esta situación tiene que cambiar
En ese sentido, tenemos que fomentar y transparentar al máximo la participación democrática, para que sea a través de ella y no a través de mecanismos ilegítimos de presión, la forma en que se tome…