Aun cuando muchas mujeres quintanarroenses han luchado para lograr que los partidos políticos destinen la mitad de sus candidaturas a cargos elección y están conscientes que los beneficios de “la conquista” los verán las futuras generaciones, existe una minoría de estas que pretende cobrar “derecho de piso” y seguir enquistadas en el poder.
Desde hace varios años grandes mujeres han ocupado cargos de elección popular y en la administración pública, y seguramente lo habrá en los próximos años, pero resulta vergonzoso observar como en la actualidad varias femeninas generan actitudes tan banales con el único propósito de continuar viviendo de la vida política.
La paridad de género, tanto vertical como horizontal, ha provocado que en Quintana Roo un “ejército” de mujeres se vuelque al ruedo. Que de la noche a la mañana este puñado de femeninas, cuya mayor virtud ha sido llevar la doctrina de equis partido político a sus vecinos de su colonia, ahora se auto-proclamen “políticas sociales”.
Y para nada es descabellada la inquietud de estas “políticas sociales”, al contrario, la reconocemos y aplaudimos, porque varias de ellas han vivido y crecido cerca del poder, han convivido con sus autoridades y conocen muchas cosas de su vida personal, que hasta sienten derechos habidos y por haber.
Pero el problema o el meollo del asunto no son estas “políticas sociales” que aspiran a ser tomadas en cuentas en sus respectivas demarcaciones municipales y porqué no, llegar a la máxima esfera estatal, llámese Congreso del Estado y Administración Pública Estatal.
El problema radica en las mujeres políticas de experiencia. Sí, en esas que piensan o creen que estarán eternamente en el poder y que por ningún motivo darán paso a las nuevas generaciones.
Existen muchas mujeres en Quintana Roo que han intentado perpetuarse en el poder; salta de posición a otra posición; escalar puestos, pero pocas han tenido el privilegio de lograrlo y contar con la aceptación social, en especial, el respaldo de su género.
Hoy en día da pena ver como mujeres de la actual vida política cierra pinzas para seguir “mamando de la ubre” gubernamental.
Hay varios casos, como Alondra Herrera que aun cuando ya fue diputada pretende ocupar de nueva cuenta una curul en la XV Legislatura o de Marina González Zihel que de la regiduría de OPB pretende saltar a la XV legislatura del Congreso del Estado.
Pero el caso que mayor indignación ha generado entre las mujeres priístas es la amenaza hecha por la actual secretaría general del Comité Directivo Estatal del PRI, Leslie Baeza Soto, quien pretende volver a ser diputada local.
Cabe señalar que Leslie Baeza fue integrante de la XIII Legislatura del Congreso del Estado (2010-2013) y llegó por la vía plurinominal por respaldo de la CROC.
Actitudes y acciones como las de Leslie Baeza, quien presume que será la “cuota” de poder que tendrá la CROC-Quintana Roo en el próximo proceso electoral, sólo dejan constancia que difícilmente serán postuladas las mujeres con mayor arraigo popular o que en verdad tengan trabajo político para la causa tricolor.
Sano sería que el CDE del PRI tome al toro por los cuernos y mediante sus agrupaciones políticas aseguren a las “políticas sociales” (líderes de colonia) que todas sus mujeres serán tomadas en cuenta. Sólo de esa forma calmaran los ánimos de cientos o miles de femeninas militantes o simpatizantes del tricolor que ya claman por una oportunidad y que no tolerarán imposiciones, como las de Leslie Baeza Soto.
Dónde andan mujeronas como doña María Cristina Sangri Aguilar o Sara Muza Simón para que enseñen cuando menos lo elemental de la política a esta generación de “aprendices”.