*Erige su negocio “El Muellecito” sin los respectivos permisos de construcción
Todos y cada uno de los quintanarroenses, sobre todo los capitalinos, saben muy bien que Lizbeth Gamboa Song llegó a la diputación federal gracias al influyentismo, gracias a una plurinominal; y en esta tónica ha conducido su carrera política donde ha saltado de un puesto a otro gracias a los favores políticos.
En esta mezcla de politiquería y ambiciones, la inquilina de la Cámara Baja de San Lázaro ha procurado también asegurar su futuro económico no sólo viviendo del erario público sino a través de “pequeños negocios” como el que se inauguró a mediados del pasado mes de mayo muy al estilo “nice” en la zona de restaurantes del Boulevard Bahía de Chetumal, del que mucho se menciona es de su propiedad.
Este “changarrito” con estilo y concepto “chic” para reunir a la crema y nata de la sociedad chetumaleña, conforma nada más y nada menos que una cadena en franquicia denominada “El Muellecito” con homólogos de servicio en ciudades como Cozumel, Cancún y Querétaro; y que desde luego -dado el alto nivel de plusvalía y elitismo- ha de haber costado unos cuantos cientos de miles de pesos.
Faltará averiguar de dónde salieron estos “míseros pesos”, pues difícilmente sean producto de años de ahorro. Ni que decir de los costos de la edificación que tiene un toque arquitectónico de estilo moderno, con lujoso mobiliario y un servicio de primera.
Y aquí es precisamente donde surge la discrepancia en el modo de hacer negocios de la diputada federal Gamboa Song, pues ha trascendido que para la edificación de su “negocito” nunca se requirieron permisos de construcción tal y como señalan los registros en los archivos del ayuntamiento capitalino ya que no existe constancia alguna de que se haya construido dicho establecimiento, al menos no hay constancia en lo que a permisos de construcción corresponde.
Esto nos lleva a la conclusión de que la legisladora ha trabajado muy bien sus influencias para evadir sus obligaciones tributarias; quizá gracias a su buena relación con las autoridades municipales en turno, o con el dedazo de “alguien de arriba” para exentarla de dicha cuenta y así poder edificar su patrimonio económico en el predio que está registrado a nombre del señor Armando Xacur.
La realidad es que el influyentismo ha sido una constante en la vida política de “La China” y hoy, con miras a incrementar sus ingresos ha hecho gala de sus dotes con pleno lujo de alevosía y ventaja, pues cabe recordar que muchos otros propietarios de negocios por años han querido remodelar, ampliar y edificar sin gozar de las aterciopeladas facilidades como la diputada. Muchos de ellos han sido objeto de clausuras acompañadas de exorbitantes multas, incluso se han visto en la necesidad de cerras sus puertas ante la negativa de las autoridades municipales.
Habrá que hacer una investigación más a fondo, para poner al escrutinio público este tipo de corruptelas que van en contra de los buenos modales de toda dama y que desde luego, ponen en tela de juicio el proceder de quienes nos representan en el Congreso de la Unión.