Por Mario Castillo Rodríguez
Bacalar.-Mientras las autoridades de Salud “duermen en sus laureles”, propietarios de ranchos y/o productores de carne de puerco asentados en el municipio de Bacalar, transporten esta materia prima alimenticia sin las adecuadas medidas de higiene.
Como pudimos constatar este día a través del lente de “El punto sobre la i”, colgados en un transporte particular tipo camioneta color rojo, y expuestos al polvo y demás factores patológicos que circulan en el ambiente, eran transportados los trozos de un cerdo a plena luz del día, y sin cumplir las normas de salud.
Grande fue nuestra sorpresa –como se muestra en las imágenes-, que el medio de transporte no es la única fuente que pone en riesgo la salud de los consumidores bacalarense, dado que dicho vehículo fue estacionado en un sucio garaje donde un perro custodiaba descansando bajo este, lo que mañana sábado se venderá convertido en cochinita a pobladores y visitantes que transitan por el libramiento de la cabecera municipal.
A decir de algunos asiduos compradores de la “Cochinita del Huero”, como le llaman al propietario de la camioneta en mención, es cuestionable la forma en que él transporta la carne de cerdo sin las medidas de higiene que esta actividad exige.
Dos de los entrevistados que cada fin de semana van por su cochinita con “Don Guero”, y que también son sus vecinos, comentaron que siempre ha sido así, que este productor siempre ha surtido incluso a locatarios del mercado y particulares carne en canal en su camioneta sin que nadie le diga nada.
Resaltaron que para ellos es común que la carne que venden en algunas carnicerías o taquerías lleguen en medios de transporte no oficiales sin estar cubierta del polvo, moscas o cualquier tipo de contaminación, y mucho menos contar con el sello respectivo.
Empero, mientras los consumidores entrevistados se preguntan si esto está o no permitido, las autoridades responsables parecen estar a ojos y oídos cerrados ante la demanda de una población que desconfía de la procedencia de la carne que les venden, pero que no les queda otro remedio que encomendarse a Dios para no ser presa de enfermedades de tipo gastrointestinal.
No hay que pasar por alto que meses atrás, en este municipio tuvo lugar el fallecimiento de un menor de edad por haber consumido pollo asado, producto cárnico que de igual manera deja mucho que desear entre la población bacalarense, lo que sin duda les hace vivir con el Jesús en la boca, mientras las autoridades se hacen de la vista gorda.
¿Acaso están esperando otro muertito para apretar el cinturón en acciones preventivas?