El hijo del búho ha recorrido ya los once municipios de Quintana Roo, tomando nota de los escenarios que comienzan a definirse a 18 días de la cita ciudadana que tenemos en las urnas. Ya hemos dicho que los cabildos son el “gobierno más cercano a la gente”, por lo que las fotografías panorámicas que tomamos y revelamos sobre el momento sociopolítico que estamos viviendo, nos debe dar una idea de cómo sería el nuevo gobierno que elegiremos este 2016.
Sin embargo, cuando revelamos las panorámicas de alto vuelo, nos percatamos de algo que nos llamó mucho la atención: las asimetrías entre un municipio y otro, tanto por su peso poblacional, como por su extensión territorial y, por supuesto, su potencial económico. Entonces decidimos compartir con ustedes estos descubrimientos que vale la pena considerar, justamente ahora, cuando queremos imaginar por quién vamos a votar. Veamos a ojo de búho de fina mirada:
Seis de nuestros 11 municipios tienen menos de 50 mil habitantes: Bacalar (BAC); Tulum (TUL); Lázaro Cárdenas (LC); José María Morelos (JMM); Isla Mujeres (IM) y; el recién creado Puerto Morelos (PM). De ellos, la mitad tienen economías netamente “turísticas” (TUL, IM y PM), mientras que los otros tres forman parte del “patito feo”, o sea, el olvidado campo quintanarroense.
Otros dos están cerca de los 100 mil habitantes: Cozumel (COZ) y Felipe Carrillo Puerto (FCP). Del primero han salido tres gobernadores, mientras que el segundo se ha auto rezagado por supuestas ideas “rebeldes”.
Por otro lado, Solidaridad (SOL) y Othón P. Blanco (OPB) son el contraste total. Ambos caminan por arriba de los 200 mil habitantes, pero, con economías y niveles de calidad de vida muy dispares. Sin embargo, el caso emblemático es Benito Juárez (BJ), con una fuerza laboral de más de 700 mil habitantes, con un espacio territorial controlable y con un motor económico clave para el país: Cancún.
Queda entonces la curiosidad de cómo estará realmente distribuido el poder en el Estado, puesto que no es igual ser alcalde de José María Morelos que de Benito Juárez, aunque la participación ciudadana le alcance a ambos para elegir a un alcalde con tanta legitimidad que pueda imponerse al interior del cabildo o al propio gobernador del estado.
Para hallar algunas respuestas a lo anterior, usaremos una lupa virtual –y literalmente hablando- y revisaremos lo que pasa en los quince distritos, de donde saldrán veinticinco diputados (15 de mayoría y 10 “pluris”) para integrar la XV legislatura del congreso local.
¿Qué muestra poblacional tendrá mayor peso en el poder legislativo?
Por la relevancia que ha venido cobrando el poder legislativo, en los últimos 20 años, aunque sea para tener una gran colección de diputados–chapulines, cada vez más políticos impulsan sus carreras desde una curul hacia puestos de mayor poder, y ya no sólo desde los ayuntamientos. Esto, sumado a la dinámica socioeconómica que concentra a la población en los municipios del norte, nos dejará ver la otra parte del tablero del poder en Quintana Roo.
Históricamente, la política quintanarroense ha tenido más inclinación hacia la centralización del poder que hacia la apertura democrática. Claro. No estamos descubriendo el hilo negro, pero queremos resaltar que, desde su formación como territorio, el gobierno de Quintana Roo estuvo controlado desde el centro del país.
En ese contexto, los nacientes grupos locales de poder se cohesionan en torno a criterios de exclusión hacia los “de afuera”, en la búsqueda del autogobierno conquistado en 1974. Después de la conversión a estado, la clase política local fue adoptando modelos de centralización del poder en sus diferentes caracterizaciones: el poder político concentrado -artificialmente en ocasiones- en Chetumal ; el poder económico en la isla de Cozumel; y la concentración poblacional, con los años, se fue sesgando hacia el norte, principalmente hacia Cancún y, recientemente, a la Riviera Maya.
Algo similar sucedió con la representación que define al poder legislativo.
Al principio, fueron siete diputados definidos bajo el criterio de que cada municipio debía tener su propio representante en el poder legislativo. Las dos siguientes legislaturas aumentaron en un distrito más cada una, hasta llegar a once en la cuarta, donde el norte ya cobraba relevancia con seis distritos y el centro-sur mantenía un equilibrio artificial con cinco.
En la sexta y séptima legislaturas, ya con 13 diputados de mayoría, el equilibrio se mantuvo con seis distritos para el centro-sur y los demás para norte, cuya población empezaba a crecer exponencialmente. El siguiente gran cambio fue en la octava legislatura, cuando se llegó a quince distritos. La reorganización se dio en el norte, en la ciudad de Cancún, para llegar a ocho diputados, mientras el centro-sur mantuvo sus seis curules. El norte empezaba a distanciarse del centro y del sur en número de representantes legislativos.
Desde entonces, el número de curules no ha incrementado. De la primera a la octava legislatura, los representantes en el congreso local pasaron de siete a 25 en poco más de dos décadas. Sin embargo, en los siguientes 18 años el mapa distrital se mantendría sin cambios, hasta 2012. En ese tiempo, cinco legislaturas fueron elegidas con una disparidad en la representación ciudadana del norte, pues muchos votantes elegían pocos diputados de mayoría.
La actual XIV legislatura es prueba de los reequilibrios buscados en 2012, si apreciamos que el sur y el centro perdieron un tercio de sus posiciones de mayoría, pasando de seis a cuatro diputados, mientras los otros once representantes pertenecen a la zona norte del estado.
La concentración de la mayoría poblacional en los municipios norteños ha propiciado, de manera lógica, la convergencia del mayor número de diputados de mayoría en esa región. Mientras el sur y el centro han perdido posiciones que buscaban conservar el mayor tiempo posible.
La última distritación local la realizó el Instituto Nacional Electoral (INE) y el criterio predominante fue el equilibrio de la representación ciudadana, buscando que los distritos aglutinan un número similar de electores. Lejos quedaron los tiempos en que el sur quintanarroense, concentrador del poder político e influencia burocrática, mantenía una sobrerrepresentación legislativa sólo por ser la capital; o los tiempos en que una minoría caciquil de la clase política local creía que cada municipio tenía derecho a un diputado propio, por más pequeño que éste fuera.
A la revisión y análisis del nuevo diseño distrital electoral de Quintana Roo y, por supuesto, a la eventual integración de la XV legislatura del estado, El hijo del búho hará elevados vuelos y piruetas en el espacio legislativo, además de que aguza los ojos de color ámbar para penetrar en lo más recóndito de la estadística electoral local. Se trata de que en las siguientes entregas, día tras día, intente responder una pregunta de viejos oráculos y de serios y, a veces, fanfarrones analistas políticos: ¿Quién gobierna Quintana Roo? o mejor dicho: ¿Quién o quienes gobernarán Quintana Roo en el futuro inmediato?