Por: Juan Alejandro Rodríguez Hernández[1]
No debe negarse que por medio de la sugestión también pueden curarse las enfermedades orgánicas, pues después de todo cada célula está bajo la influencia del sistema nervioso […] Si el médico no estima en lo que valen los factores sociales y psicológicos en la génesis de la enfermedad y en su tratamiento, encontrará siempre a un competidor en el sacerdote o curandero, quien sí le da la importancia que tiene.
Henry Sigerist
En los pueblos del mundo el proceso salud-enfermedad es una realidad concreta presente en el ciclo de todos los individuos sociales. Desde siempre ha sido una preocupación básica del ser humanos la observación de sus padecimientos hasta llegar a elaborar complejas concepciones sobre la vida y la muerte, las enfermedades y sus tratamientos. Parte importante del patrimonio cultural de cada pueblo se han constituido sistemas médicos, teniendo como base la apropiación y uso de los recursos naturales del entorno biótico, desde principios y criterios inherentes a la identidad de cada pueblo.
La medicina tradicional es resultado de una mezcla entre la cultura indígena y la europea, con elementos de la percepción popular de nuestro país, Desde esta concepción el espiritismo o la acupuntura quedan al margen de lo que se entiende por medicina tradicional, para la cual la enfermedad y la salud son definidas en un sentido social, no solo individual. En este sentido, las y los médicos tradicionales curan y protegen a la persona, a la comunidad, al medio natural y se interesan por cuestiones asociadas al amor, la suerte, la tristeza, entre otras.
Ahora bien, la cultura e identidad indígenas se manifiestan de múltiples maneras: en una cosmogonía específica con una concepción del mundo. De modo que, en la medicina tradicional indígena, la salud es entendida como el producto de la relación armónica existente entre la naturaleza, los seres humanos y el mundo espiritual. Al romperse uno de estos nexos, el cuerpo se enferma, afectando tanto al individuo como a la familia y la comunidad; por ello buscan el favor de los espíritus de la naturaleza y las propiedades medicinales de las plantas, minerales y animales.
El aprendizaje de la o el médico tradicional
Convertirse en médico/a tradicional requiere de la ayuda de seres sobrenaturales o al seguir el imperativo divino, revelado a través de sueños o visiones. Muchos o muchas otras se inician mediante el aprendizaje con personas mayores y experimentadas, a través de la observación de cómo ellos/as mismos/as fueron curados/as, o sistematizando cómo se aplican los remedios a las y los pacientes.
Por tanto, es importante señalar que las fuentes del conocimiento y de la experiencia de la medicina tradicional se encuentran en a) la tradición oral, b) el aprendizaje por observación diaria de la naturaleza y c) la experiencia compartida. Ello quiere decir que la o el médico tradicional aprende en la vida cotidiana, a través del lenguaje oral y con base a los parámetros ideológicos de su cultura y la dinámica social, cuyo saber no está en las aulas escolares, y muy poco en la instrucción escrita, sólo en caso de libros especiales.
La formación de la o el médico tradicional es a través de la observación continua, la práctica experimental, la tutoría y la vocación personal (Anzures 1989); o bien poseer la “facultad” o el “don”, la preparación con días de ayuno, abstinencia sexual y la capacidad de comunicación con entidades sobre humanas (Olavarrieta, 1990).
Así pues, es por la observación de la naturaleza y el cuerpo humano que aprenden el nombre y las propiedades de las plantas, animales, minerales y demás recursos que integran la medicina tradicional. Ensayan, prueban, examinan con materiales diferentes, identifican sus formas, tamaños, olores y texturas; aprenden sobre la importancia del tiempo y sus variantes, prueban y comprueban formas de preparar una planta o un ritual curativo y sus cuidados; explican los elementos que determinan una enfermedad o padecimiento y, además, clasifican sus causas.
Puede ser que un médico/a tradicional se apoye o sea orientado –“preparado”- por el conocimiento de otro/a ya reconocido por la población, pero no siempre es el caso; incluso, entre éstos guarda mayor prestigio quien cura por poseer el “don” en comparación de aquél que aprende por imitación, observación o enseñanza de alguien más. Así lo señala U. A., quien dice:
Es un “Don” que yo traigo ya […] yo no aprendí de nadie, a nadie le pregunto, yo veo la forma para sacar adelante al enfermo.
Y J.T.M. enfatiza:
Si nada más va estar viendo o mirando y lo va a querer imitar no es lo mismo, no es lo mismo como cuando uno ya tiene el “Don”.
Asimismo, existen evidencias de que el interés o inclinación de una persona a fungir como médico/a tradicional está asociado al padecimiento de algún defecto físico; o bien a que la persona lo ha soñado. Así como que para curar se tenga que pasar por ciertas pruebas. El llamado a ser médico/a tradicional es una indicación espiritual, que de no cumplirse la persona seguirá padeciendo del dolor y las enfermedades:
Empezaba con mis sueños, me empecé a enfermar porque yo no lo quise desempeñar luego [la facultad de curar], me daban calenturas que a veces me dolía el cuerpo […] empecé a adelgazar y adelgazar. Cuando yo empecé mi trabajo fue diferente, sí porque entonces yo sentí como que me alivié.
Un testimonio más:
Yo desde niño me enfermé bien feo, no sabría qué me dio, pero ya desde los doce años me hicieron una curación y ya me dijeron que tenía que ejercer este trabajo […] me pasó muchas enfermedades, tenía yo granos, dolor de cabeza, calentura, diarrea, dolor de estómago y ataques.
El sueño les indica quién y en qué momento pueden ejercer la medicina tradicional, así como los medios terapéuticos a utilizar, incluso prever el tipo de situación o de persona (paciente) a atender. El sueño es el medio por el cual se guían, sea con ayuda de la voz o imagen de la Virgen, Dios, un Santo o los Espíritus. Le llaman “don de nacimiento”, experiencia que viven desde su infancia. Entonces, es mediante el sueño que la persona recibe el mandato de curar. La experiencia del sueño se desarrolla con la aparición de elementos como el altar, la planta, el enfermo y el color blanco; lugares como el cerro, el hospital o la escuela; así como la indicación de que curen con respeto y paciencia.
Se da el hecho de que quienes emiten el mandato de curar durante el sueño son de edad avanzada. En este sentido, U.A.M, médica tradicional nahua, asevera:
En mis sueños yo soñaba mucho lo que es la flor del coyol y todo lo que es un altar, y un viejito se me aparecía y me decía: “¿sabes qué?” –decía- “este árbol lo debes de respetar, este es tu trabajo”
[…] y dice [en náhuatl] que me debo vestir de blanco también para que yo pueda cura.
J.T.M, médico tradicional nahua, agrega:
Soñaba unos viejitos, sueño que estoy en un lugar desconocido que era el cerro, sueño que voy lejos, sueño que estoy en unas escuelas, como universidades […] y dan clases ahí unos maestros vestidos de blanco […] Hoy hago trabajos sorprendentes.
I.V.R, partera totonaca comparte:
Yo soñaba que me llevaban a un hospital, que llegaba yo y me decían: “tienes que curar esto”, pero yo veía cómo (una persona) tenía llagas, y le empezaba yo a lavar con el jabón, sentía baboso, algo así. Y me despertaba, no, estoy en mi cama. Pero yo estaba muy enferma y después soñaba otra vuelta que daba yo limpias, así comenzaban mis ceremonias, ya se me quitó y ahorita yo sueño cuando me vienen los enfermos.
A este respecto, un curandero nahua, dice:
Nada más me salió solito, así fui aprendiendo, nadie me enseñó, más que solito fui aprendiendo. Soñaba que sí, que me entregaron ese trabajo para curar todos los enfermos y tener paciencia para atender a todos. Yo primero empecé a rezar la oración de Jesucristo, empecé a rezar la oración cada lunes, son 33 lunes. Después me recibí. Por medio del sueño me crucificaron, me pusieron en la cruz, ahí me acostaron, me quitaron todo la ropa como Cristo. Me pusieron corona, me metieron dagas y ahí me clavaron todo, todo. Una hora estuve en la cruz, después ya me quitaron los clavos y me dijeron que curara a todos los enfermos y que tenga paciencia de atender a todos.
Por parte de Dios viene eso. Primeramente, curé a una niña como de 5 años, tenía inflamación en todo, todo el cuerpo, y nomás una velita prendí y un huevo le limpie. Y a los 8 días no tenía nada, y ahí es donde vi que sí salió.
En opinión del señor J. A. A, curandero indígena:
Sí, así pasa, te dice el sueño cómo hacerle, pero uno siempre tiene que estar bien preparado, los martes, los miércoles, los viernes se hace oración, protege para lo que venga, para que vaya bien todo el trabajo. Yo prendo puros cirios, casi puro cirios, mando a hacer de 1½ metro cada cirio, porque uno es como abogado, si hay problemas se tiene que defender a la persona, si no [el mal] te tumba y necesitas estar bien protegido.
Asimismo, A. D. H., curandera nahua, añade en este sentido:
Es un Don que ya me dieron ellos [los espíritus], que ellos me ordenaron lo que yo voy a hacer, las curaciones. Le doy gracias a Dios que desde que comencé a curar, pues yo ningún problema he tenido con mi gente, siempre se han curado.
Yo comencé desde chica, tenia como unos cinco años, nada más veía las cosas. Pero se me comenzó a desarrollar ya cuando estaba más grande, estaba yo soltera. No entiendo cómo, cómo me nació este Don, entonces yo le doy muchas gracias a la virgencita de Guadalupe y a Dios que me dio el Don para ayudar a la gente así, a ayudar para obtener la ayuda del Señor.
Así como el sueño juega un papel protagónico en el pensamiento e ideología de la medicina tradicional, existen otros elementos poseedores de un significado importante como lo es el uso de copal, el vínculo con la tierra y algunas entidades sobrenaturales. El copal se utiliza, por ejemplo, entre los totonacas del estado de Veracruz, para desahumar al viejo del monte, Kiwikolo, especie de reverencia que evita puedan extraviarse cuando el médico tradicional y el paciente se introducen en el monte en busca de alguna cueva sagrada ocupada para hacer curaciones. Los viejos del monte son un viejito y una viejita que rondan en el monte, visten con tela de manta a la usanza local. Ahí, en el monte, se lleva al enfermo para realizar limpias y solicitar a los viejos del monte “pongan sus manos para que el enfermo se sane”. Se les ofrendan rosas de castilla. De hecho, al curar en las cuevas:
Se prende su veladora, su ofrenda, su tabaco, se le da de fumar al viejo del monte. Se le da su aguardiente, sus enchiladas pero sin sal, enchiladas de chile seco. Se le da carne asada pero sin sal, ahí hemos trabajado y nos ha dado fuerza este viejo del monte. Escuchamos al medio día que echan piedras y pegan en el árbol como que un machete, vemos viene gente y de momento se desaparece: es el viejo de monte.
Se da el caso, también, que una persona puede enfermarse, recibir un mal viento, por disgusto de la tierra.
Se puede recoger un trabajo, un mal viento, les quiero dar a entender que es la tierrita que a veces se molesta, porque el trabajo a las doce del día no debe hacerse, y esa hora se debe de respetar. A esa hora la debe uno de respetar, [así que] se le da de comer a la tierra.
Parte de esos elementos que constituyen la cosmovisión indígena, está en el poder o don que tienen también el hombre o la mujer rayo, quienes tienen la facultad de invocar la lluvia. Así, ERH, curandero popoluca, narra sobre su abuelo, que fue hombre rayo:
[…] en junio, julio cuando se nubla, entonces… empieza la nube, las gotitas de lluvia, entonces mi abuelo dice: “yo voy a jugar al cielo”, se va ir a dormir, duerme.
Creo que su espíritu sale y de rayo se va, dicen que van a jugar allá, porque se encuentran con mucha gente allá igual. Dice que lo buscaban bastantes para invocar a la lluvia, invocar a los rayos, llamar al espíritu del maíz para que dé buena producción ese año.
Conclusión
La trascendencia de esta información radica en el hecho de que la medicina tradicional ostenta muchos aspectos positivos, así como que quienes la practican representan un rol fundamental respecto a la atención de enfermedades y en pro de la salud de la población. Es necesario conocer y aceptar que existen otras formas de racionalizar el mundo, ni peores ni mejores, simplemente diferentes.
Toca al Estado fomentar el conocimiento de la cosmogonía de la salud desde las poblaciones indígenas, como un elemento indispensable para la formulación de políticas públicas de protección social y salud que, desde una perspectiva intercultural, reconozca el sistema médico tradicional y su interacción dialógica con sistema nacional de salud, a propósito de contribuir al ejercicio constitucional del derecho a la salud.
Referencias:
Anzures y Bolaños, María del Carmen (1989). La medicina tradicional en México. Procesos históricos, sincretismos y conflictos. Universidad Nacional Autónoma de México.
Olavarrieta Marenco, Marcela. (1990) Magia en los Tuxtlas, Veracruz. Consejo Nacional para la Cultura y las Artes-Instituto Nacional Indigenista.
[1] Antropólogo y trabajador social.