Aun cuando desde ahora analistas, especuladores, dirigentes partidistas nacionales y “vividores de la política quintanarroense” presumen que la elección de Gobernador será de pronósticos reservados, la mismísima historia cíclica de la “polaca” local nos permite presumir de una competencia cerrada pero que no representa peligro para que el partido en el poder ceda la estafeta.
Acostumbrados como estamos a tersas competencias electorales tejidas por un grupo de partidos opositores ineficaces y sin identidad, trataremos ahora de ilustrar lo que está pasando en este proceso desde la profunda mirada de El Hijo del Búho, que no deja dormir a más de un político tradicional caribeño, desde que empezó su fino ulular (así se dice cuando el búho comunica su vida y presencia), hace más de un semana.
Nuestro pasado como estado es reciente. Desde su conversión de territorio federal a Estado libre y soberano, la sociedad quintanarroense ha elegido a siete gobernadores: Jesús Martínez Ross (1975), Pedro Joaquín Coldwell (1981), Miguel Borge Martín (1987), Mario Villanueva Madrid (1993), Joaquín Hendricks Díaz (1999), Félix González Canto (2005) y Roberto Borge Angulo (2010).
Todos ellos emergieron del PRI, como partido promotor y fundador del nuevo Estado, que se consagró a la industria turística con un fuerte impulso del gobierno federal. La eficacia política y un presupuesto estable, como fuentes de continuidad, estaban garantizados para quien encabezará la autoridad en este Estado.
Este mecanismo pendular (1975 sur, 1981-1993 norte, 1993-2005 sur, 2005-2016 norte) funcionó mientras la bonanza turística pudo cubrir las demandas de la explosión demográfica. Hasta la elección de Mario Villanueva, todo cabía en un solo partido (el PRI) y el gobernador electo alcanzaba una votación superior al 90% -a pesar de que el abstencionismo rebasaba a la mitad del total de electores-.
Pero, las cosas han cambiado desde aquellos años hasta 2016, y el derrumbe de la industria petrolera ha hecho que el gobierno federal se concentre en la industria turística como tablita de salvación. Como maldición de la historia, que siempre los intelectuales nos dicen que no se repite, ahora estamos viviendo algo como los años setenta, cuando se fundó, precisamente, el estado de Quintana Roo. Como hace 40 años, no estamos hablando de “crisis”, pero, sí estamos hablando de “austeridad”.
A diferencia de hace 40 años, cuando la estabilidad social y política la garantizaba un partido y presidente de la república fuerte, en nuestros días, vivimos una insultante partidocracia nacional y el presidente de la república ya no es fuerte como antes.
Hoy, cuando nuestro Estado ya es maduro y vive un crecimiento económico superior al resto del país o, incluso, al de varios países desarrollados, la crisis económica nacional tiene un alto impacto en nuestra estabilidad política que ya nos alcanzó en la vida política de Quintana Roo. Entonces, la partidocracia y sus vicios están más presentes que nunca en el proceso electoral que estamos viviendo. Por eso, en esta elección, ya no sabemos quién exige más: si las camarillas partidistas o la ciudadanía.
Por si fuera poco, la partidocracia es, por naturaleza, fragmentaria, y así lo estamos resintiendo los ciudadanos que tenemos que decidir correctamente nuestros votos el próximo domingo 5 de junio.
Aparte de los candidatos a gobernador por las dos grandes alianzas del PRI-PVEM-PANAL y del PAN y PRD, se encuentran otros tres que nadie sabe a quién representan. Por eso, para muchos ciudadanos, esos tres candidatos son un verdadero misterio social porque, en su apariencia, son unos verdaderos turistas recién llegados a Quintana Roo.
Estos candidatos de “papel” son José Luis Pech Várguez (expriista); Rogelio Márquez Valdivia (expanista), y; Alejandro Alvarado Muro (experredista), respectivamente candidatos de los partidos Movimiento Regeneración Nacional (MORENA); Encuentro Social (PES) y del Trabajo (PT).
Es decir, lo mejor que podríamos decir de ellos es que son tránsfugas de sus partidos, de donde salieron sin pena ni gloria, sin un ningún proyecto curricular que atestigüe un liderazgo político o alguna gracia política, por lo menos, que nos obligue a los ciudadanos a reflexionar por qué deberíamos tomarlos en cuenta en la gesta cívica que se aproxima.
Pero, a falta de información propia de estos personajes de cartel o de cartelera, ya hablaremos en próximas entregas, pues, no son ni por asomo factores de poder alguno pero, tampoco, son producto de la casualidad.
Más bien, son engranajes estratégicos para los reacomodos que nos esperan el 5 de junio. Mientras tanto, obsérvelos en las redes sociales. Son una verdadera especie en zozobra.