Por Salvador Pérez Hernández
Donald Trump ha llegado lejos en sus aspiraciones por ocupar el Despacho Oval en la Casa Blanca, ocupada por el actual Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica; Barack Hussein Obama II, y esta popularidad la ha logrado en base a un discurso racista en contra de los mexicanos; a quienes acusa de los principales problemas de Estados Unidos, tanto sociales como económicos; proponiendo una política ultraconservadora que representa una amenaza que debería ser tomada muy en serio, tanto por la comunidad mexicana del vecino País del Norte como por quienes viven en esta Nación.
Entre las propuestas de Donald Trump como Precandidato Republicano llaman la atención la de construir un muro a lo largo de la frontera entre las dos naciones (pagado por México), confiscar las remesas que los migrantes envían a sus países, deportar a todos los latinos que hayan entrado de forma ilegal a los Estados Unidos, subir los impuestos que pagan los productos mexicanos que se comercializan a Estados Unidos, acabar con la ciudadanía por nacimiento.
Aparentemente esta es una situación ajena a un país como México, ya que se trata de asuntos internos de una nación extranjera, sin embargo la denostación y discriminación racial no deben ser toleradas por los connacionales y en lugar de adoptar una actitud sumisa y pasiva, la cancillería mexicana debería emitir una queja enérgica ante su par estadounidense, del mismo modo llevar la queja ante las Naciones Unidas para frenar la provocación y la promoción del odio racial hacia los mexicanos, estimulada abiertamente este precandidato republicano a la Presidencia de Los Estados Unidos.
Es inaceptable que las Instituciones; electorales, de justicia y de protección a los Derechos Humanos de aquel país toleren y se muestren abiertamente complacientes ante esta promoción del odio racial a una minoría étnica de aquel país y hacía una nación entera, y es más alarmante que un importante sector de la sociedad de origen ario de aquel país compartan este espíritu discriminatorio y humillante, tal como hicieran los nazis contra las minorías étnicas durante el periodo de la Segunda Guerra Mundial, actitud que llevó al asesinato en masa de millones de judíos, polacos y rusos, en la llamada solución final de Adolf Hitler.
Se concluye que la sociedad mexicana, aquejada con tantos problemas como la inseguridad, la crisis económica y sus millones en extrema pobreza, deberá agregar una preocupación más, para defenderse de este ataque emprendido por Donald Trump a la integridad de los mexicanos y que las autoridades de Relaciones Exteriores deberán enfrentar el problema de frente, antes que esta situación supere la capacidad de reaccionar del estado mexicano.
Sólo esperemos que este 8 de noviembre, Hillary Clinton demuestre su arraigo con el electorado, ya que si le va bien a Estados Unidos, le va bien a México, pero si le va mal a Estados Unidos, le va muy mal a México.