Por Mario Castillo
Chetumal.-A pesar de la difícil situación financiera por la que atraviesa la capital del Estado, son muchas las personas que acuden al Mayan Princess Casino–ubicado sobre la avenida Lázaro Cárdenas entre Héroes y Juárez de Chetumal-, a poner los pocos pesos que llegan a sus bolsas de manera diaria, semanal o quincenal a la apuesta del “dedito”.
Acabando peor que como llegaron, en su mayoría de los casos, desde amas de casa, obreros, burócratas municipales y estatales, hasta líderes de colonia y dirigentes sindicales, abarrotan diariamente esta casa de juegos sentados frente a una máquina y con el “dedito” en un botón, para jugarse el todo por el todo en un golpe de suerte.
Y es que mientras todos gritan dolosamente que en Chetumal y el sur de Quintana Roo “la situación está de la chingada”, algunos prefieren aportarle a la suerte de su dedo índice, para “ganarle” la partida a una computadora programada alevosamente para desbancar a quien se le ponga enfrente.
Muchos llegan en busca de un rato de diversión, pero es cada vez más fuerte las cantidades que le “invierten” a sus horas de esparcimiento a través de tarjetas de recargas, que hablan de hasta 5 mil pesos en un día de mala suerte para aquellos que escamante ganan eso a la quincena.
“Aquí hay una líder de colonia, de esas del PRI que todos los días andan tras lo políticos pidiéndoles dinero para gestión, que viene todos los días a chingarse lo que colecta a nombre de sus vecinos. Todo se lo gasta en las maquinitas, hasta 2 mil diarios”, aseguró una declarante anónima que reconoció también su adicción al casino.
Y aunque también van aquellos que si tiene solvencia para costearse ese tipo de vida, es una verdadera pena ver cómo invirtiendo valioso tiempo y los escasos ingresos que obtiene trabajando como empleadas domésticas, albañiles, plomeros, empleados del gobierno estatal y municipal, e incluso pidiendo apoyos como lideresas de colonia, es una gruesa fila de gente la que “generosamente” engorda los bolsillos de los transnacionales dueños de estos casinos.
Lo peor es que difícilmente las autoridades locales pondrán un freno al cáncer social de la ludopatía que tanto afecta a los capitalinos, dado los jugosos dividendos que arrojan los casinos por la vía de sus contribuciones tributarias. Gran parte de esos dineros ni siquiera se registran en las arcas públicas.