Efecto Mariposa
Por Salvador Pérez Hernández.
Sin lugar a dudas el relevo en el poder gubernamental, ahora que se le ha acabado el poder político al altanero Roberto Borge Angulo, y ha podido observar la entrega con la que el pueblo grita a voz en cuello, “El Rey ha muerto ¡Viva el Rey!”, al estilo de “Sexto sentido” cuando el niño Malcom dice «Veo gente muerta, caminando como gente normal. Ellos no saben que están muertos», caerá en la cuenta de que él ha muerto para la gente, y más allá de toda la carga de esperanza con la que llega Carlos Joaquín González, deberíamos reflexionar en qué se ha convertido la Democracia.
Bien sabido es que la participación ciudadana es un deber cívico, que durante mucho tiempo los quintanarroenses han desdeñado, relegando esta actividad a uno cuantos, sin embargo esta omisión provoca abuso por quienes llegan al poder, al tener la ocasión de actuar impunemente, sin que haya una sociedad civil que exija rendición de cuentas, como dice el refrán; “En arca abierta, hasta el más justo peca”, o la “Tentación hace al ladrón”, pero no sólo el Gobernador en turno se convierte en ladrón, sino que en su actuar, o más bien en la omisión de la ciudadanía en su deber de cumplir los principios de la vida democrática, se provocan mayores daños que llegan a atentar inclusive contra la libertad y la propia vida.
Es así como personalidades débiles, enfermas de poder y esclavas de sus bajas pasiones una vez llegan al poder, se convierten en tiranos que mal entienden a Nicolás Maquiavelo quien aconseja que los Príncipes deben aparentar poseer ciertas cualidades, ser capaces de fingir y disimular bien, y subordinar todos los valores morales a la razón de Estado, encarnado en su persona, exponiendo la teoría cíclica de la historia: “la monarquía tiende a la tiranía, la aristocracia se transforma en oligarquía y la democracia en anarquía, lo que lleva de nuevo a la monarquía”.
Si nos atenemos a la definición de democracia que afirma; “la democracia es un sistema que permite organizar un conjunto de individuos, en el cual el poder no radica en una sola persona sino que se distribuye entre todos los ciudadanos. Por lo tanto, las decisiones se toman según la opinión de la mayoría”.
Por ende, si existe poca participación de la población en la toma de decisiones gubernamentales no se da una democracia participativa, y es ahí donde permea la corrupción, falta de transparencia e impunidad, como pudimos ver en la administración del ex gobernador Roberto Borge Angulo, y remarcado aún más en el gobierno represivo de Javier Duarte de Ochoa.
Además hay que reconocer de que en la más alta magistratura de un país o estado, no se debe de caer en populismos, ya que la inexperiencia y falta de tablas, a través de la imposición de candidatos hechos al vapor, donde los gobernadores salientes dejan de sucesores a individuos manipulables, bajo el pretexto de que es el tiempo de los jóvenes, el tiempo de las mujeres, el tiempo de los homosexuales, etc., que no son más que simple tretas para imponer a sus gallos, en una clara anarquía alejada de la Democracia.
Con estos experimentos fallidos, Javier Duarte de Ochoa y Roberto Borge Angulo ha quedado demostrado que la juventud con todo su ímpetu, pero con la inexperiencia son una combinación fatal para la Democracia, así tenemos los excesos, que se reflejan en el asesinato impune de periodistas, represión y pisoteó de los Derechos Humanos más fundamentales, como es el de la libertad de expresión, ya que ambos promovieron leyes mordaza en las que se pretendía coartar la libre expresión, con la intención de limitar críticas, al mismo tiempo que llevaron una vida como gobernantes llena de desenfrenos y gastos fastuosos.
Caso contrario del nuevo mandatario estatal; Carlos Joaquín González, quien tuvo que recorrer el camino más difícil, camino en el que ha adquirido experiencia, demostrado honestidad y trabajo, a pesar de las afrentas provocadas por el ex Gobernador Roberto Borge Angulo, Carlos Joaquín es hoy el octavo gobernador de esta Entidad, al que le deseo el mejor de los éxitos, por el bien de nuestro estado.