Por Mario Castillo Rodríguez
Chetumal.- El oficio más antiguo del mundo ha cobrado gran fuerza en la capital de Quintana Roo, siendo los alrededores del mercado Ignacio Manuel Altamirano -mejor conocido como Mercado Viejo-, donde se dan cita un nutrido grupo de sexoservidoras a plena luz del día y a la vista de las autoridades y transeúntes que ven esta práctica de intercambio de favores como algo común.
En una urbe donde la crisis económica ha impactado considerablemente en todos y cada uno de los hogares de clase media y baja, los índices de prostitución se han disparado de manera alarmante, siendo las madres solteras las que mayormente recurren a este medio para satisfacer sus necesidades financieras. Y aclaro que esto no es en todos los casos.
Actualmente son alrededor de 10 o 15 mujeres las que mantienen constante actividad en diversos puntos aledaños al Mercado Viejo en donde las llamadas ‘damas del bajo mundo’ han sembrado sus reales a todas horas del día a cambio de unos cuantos pesos según las tarifas vigentes que se rigen de acuerdo a la edad y la talla de las oferentes.
Tarifas que van de los 100 a los 250 pesos según lo acordado con el varón transeúnte que nunca falta en busca de satisfacer su instinto animal. Costo que desde luego no incluye el precio de la habitación que circunda en los 50 o 100 pesos de acuerdo al lugar donde se dé rienda suelta a las bajas pasiones, y que regularmente es en cuarterías y hoteles de mala fama que están a los alrededores de dicha central de abastos donde concurren capitalinos y visitantes de las comunidades circunvecinas, siendo estos últimos un potencial latente para la actividad económica de las prestadoras de servicios sexuales.
Y es que aún y cuando en ocasiones las corporaciones policiacas capitalinas han puesto en marcha operativos para evitar que estas prácticas que van en contra de la moral y los buenos principios sigan dándose, las féminas que se ganan el pan de cada día a cambio de sus placeres corporales siguen siendo las incómodas edecanes de propios y extraños, sin que nadie pueda regular esta actividad.
No obstante, el Mercado Viejo no es el único sitio donde los caballeros y necesitados encuentran las mieles del placer, ya que la avenida Hidalgo –la calle de las caricias- de esta ciudad capital es también conocida como punto de concurrencia no sólo de prostitutas sino de homosexuales que también han visto en el oficio un modo de vida por demás cómodo y placentero, sin el menor recato ya que por esta arteria circula diariamente gente de todas las edades, clases y condiciones.
Ni que decir de una Calzada Veracruz que al cobijo de la noche se viste de fiesta para aquellos que gustan comprar las caricias de mujeres y homosexuales que abarrotan las esquinas y luchan diariamente por los mejores espacios para ofrecer sus favores.
Esto último ha dado parte de grandes batallas donde ambos bandos han perdido cabelleras, medias, vestimenta y hasta los calzones en sendos enfrentamientos para mantener esos territorios que noche tras noche les provee el pan nuestro de cada día.
Cabe señalar que según cifras extraoficiales, son actualmente cerca de 100 personas (entre mujeres y homosexuales) las que trabajan exponiéndose y exponiendo a los clientes a contraer enfermedades como el VIH, a ser víctimas de asaltantes y borrachos agresivos; cobrando tarifas que van desde los 100 hasta los 1000 pesos según lo acordado, según la edad, según la rodada, e incluso “el tamaño del asunto”.
Ahora bien, si tomamos en cuenta no sólo el universos de las mujeres que trabajan en bares y cantinas como meseras y bailarinas (que también prestan sus servicios carnales) sino hasta las damiselas que se mueven en el clandestinaje con servicios a domicilio; estaremos hablando quizá de más de un millar de personas que se dedican al oficio de la prostitución en la capital del estado.
Lo cierto es que en una ciudad que se dice conservadora y tradicionalista como Chetumal, la prostitución ha encontrado un lugar especial para trascender en esa deplorable y lastimera historia que se escribe con sexo, sudor y lágrimas.