Por Mario Castillo Rodríguez
Chetumal.-Aunque de manera oficial no existe un número exacto de las personas que conforman el llamado “Escuadrón de la Muerte”, las cifras de indigentes han crecido de manera considerable en Chetumal ya sea por provenir de otros estados o surgidos de esa parte de la sociedad relegada, abandonada, o que por causas familiares deciden hacer de la indigencia su modo de vida para escapar de los problemas de casa. Muchos de ellos también lo hacen por problemas mentales y/o psicológicos sin que sus consanguíneos se ocupen de su estado; abandonandolos a su suerte y condenandolos a vivir un día menos.
Y es que en la mayoría de los casos las personas que se dedican a esta práctica incómoda están relacionadas al alcoholismo y adicciones que satisfacen con los escasos pesos que les regala la gente a través de limosnas o por trabajar como viene viene (franeleros) en los mercados y estacionamientos de esta ciudad.
Chetumal se ha convertido hoy en asilo de esta incómoda sociedad, representando un problema de imagen, de inseguridad y de salud. Lo lamentable es que ninguna autoridad se ha percatado de este mal social que hoy nos aqueja, ya que estos podrían estar relacionados con robos u otra clase de ilícitos que atentan contra la tranquilidad de una ciudad como la capital del Estado.
Es de señalarse que este tipo de personas que puede encontrarse en cualquier punto de la ciudad, se ha apoderado de lotes baldíos, casa abandonadas e incluso parques públicos y estacionamientos de los mercados donde hacen de las suyas luchando por sobrevivir imponiendo cuotas a la gente que no son obligatorias siendo que se trata de un servicio opcional. Y aunque la policía capitalina ubica alrededor de ocho grupos que se dedican a estas tareas, es un mal que difícilmente logren erradicar a pesar de que diariamente detienen en promedio a cuatro de estos individuos que hoy por hoy representan un grave riesgo para Chetumal.
En contadas ocasiones las autoridades han tratado de poner fin a esta problemática social que nos atañe canalizándolos a centros de rehabilitación para mejorar las condiciones sociales y de vida de estos personajes, pero al no poder ser remitidos a la fuerza y ante la dejadez de sus familiares que por lo general no quieren saber nada de ellos, éstas deciden claudicar en la tarea “ya que es por demás difícil tratar con este tipo de personas”, argumentan para evadir sus responsabilidades.
Ni que decir del problema de imagen que representan para la capital, ya que se apersonan en cualquier sitio, duermen en cualquier espacio sin importarles las condiciones climáticas y salubres, y esto ha ocasionado que la gran mayoría de ellos sufra de alguna enfermedad crónica como asma, cáncer, diabetes, y hasta VIH pues satisfacen sus necesidades sexuales incluso entre ellos mismos, sin importar género.