Si alguien lo dudó, hoy todas las dudas se despejaron. Andrés Ruiz Morcillo se vendió al Diablo, y sin recato lo presume, lo grita a los cuatro vientos, lo muestra y lo exhibe.
No se puede estar bien con Dios y el con Diablo. Andrés Ruiz Morcillo prefirió traicionar y venderse, traicionó principios, valores, traicionó a sus mecenas, a sus maestros, traicionó a quien lo formó, lo llevó de las manos, a quien le dio de comer… traicionó a todos.
Finalmente hoy Andrés Ruiz Morcillo se quitó las máscaras y se mostró tal cual es, chantajista, tramposo, mentiroso, falto de honorabilidad, estafador, sinvergüenza, pero sobre todo, traidor.
Una vez es justificable, dos veces, es pendejismo. En el caso de Andrés, no se trata de pendejez, se trata de traición, se trata de patear al pesebre que te acunó, se trata de una descarada desfachatez, de saberse impune y de carcajearse de sus antes amigos y compañeros de partido.
Andrés Ruiz Morcillo resultó un verdadero fraude. Desde su inicio en la Comisión de Agua Potable y Alcantarillado, creó y abultó cuentas bancarias, gracias a un riguroso diezmo. Ahí hizo compadres a constructores con quienes más tarde saquearía al ayuntamiento de Othón P. Blanco.
Como presidente municipal de Othón P. Blanco, sepultó a las siguientes administraciones con el contrato para sustituir la iluminación pública de Chetumal con un contrato de mil millones de pesos.
El cambio de luminarias públicas incandescentes por lámparas LED, fue un proyecto lanzado Andrés Ruiz Morcillo, negocio cerrado apenas dos meses antes de dejar la presidencia municipal, firmando un contrato millonario por 15 años, en el que comprometió al Ayuntamiento a pagar 4 millones de pesos mensuales por 25 mil 507 lámparas cuya instalación quedó a cargo de la empresa Avances Lumínicos Plus, S. A. de C. V. de la cual, el entonces presidente municipal sería socio.
Esta cifra mensual representa 48 millones de pesos anuales y por los 15 años el ayuntamiento tendrá que pagar la bicoca de mil millones de pesos. El 10 por ciento nada despreciable, paró en la bolsa de Andrés Ruiz Morcillo, más la parte proporcional del negocio dividido con sus socios.
A Andrés lo protegía entonces Félix González Canto –después de esta traición al PRI y a Roberto Borge, Félix no ha hecho comentario alguno–, fue el ex gobernador quien lo hizo presidente municipal, y fue el mismo Félix González quien lo llevó al Gobierno del Estado y se lo endosó a Roberto Borge Angulo.
Andrés gozó de la impunidad que ofrece un sistema corrupto. Mientras a otros ex funcionarios se les linchó públicamente e incluso, hoy en día, algunos se encuentran presos por minucias, al mejor conocido como “Popochas”, nadie lo tocó, ni siquiera con el pétalo de una rosa.
El manto protector de Félix González se extendió sobre Andrés Ruiz Morcillo como lo ha hecho sobre más de la mitad del gabinete de Roberto Borge.
Así, desde la Secretaría de Planeación y Desarrollo Regional, hoy desaparecida, Andrés Ruiz Morcillo continuó tejiendo una telaraña de amarres políticos con su grupo cercano; más tarde, quiso acercarse con Gabriel Mendicuti Loría y con Manuel Valencia Cardín, además de Carlos Cardín y Luis González Flores, pero estos marcaron distancia.
Sintiéndose protegido por el alto grado de impunidad gracias a su padrino político, Andrés empezó a patear el pesebre. Sus dardos contra quien le daba de comer se fueron haciendo frecuentes, y descarados.
Así, se atrevió a exhibir a Roberto Borge en su primer informe de gobierno. Como titular de la Seplader, enclaustró la información y se enfrentó directamente con Luis González Flores, Manuel Valencia Cardín y Rosario Ortiz Yeladaqui. El informe fue un desastre logístico.
En el segundo informe hizo exactamente lo mismo. De no haber sido por la cancelación originada por el movimiento magisterial, el resultado hubiera sido un desastre doble. De hecho, Andrés exhibió al gobernador nuevamente con un texto deficiente, con cifras inentendibles, temas dispersos, grabado y transmitido por televisión.
Sin embargo, esos no fueron los únicos errores de Andrés. Detrás de él, una caterva de incondicionales, guiados por su maestro, se dedicaron a desestabilizar al gobierno de Roberto Borge. Filtraron información valiosa, crearon cuentas en redes sociales para la crítica visceral y ofensiva, y abrieron un frente de guerra abiertamente contra el gobernante que les daba de comer.
A Borge no demoró en llegar toda la información. Ató cabos y en la reingeniería administrativa le mandó un mensaje contundente a Andrés. Aquí mando yo. Sin embargo, la soberbia del “Popochas” le hizo perder de vista el mensaje y tras una escaramuza con el titular de la ahora Secretaría de Planeación y Finanzas, renunció a ser subsecretario y se declaró “freelance”.
Desde entonces, con esa bandera de “libertad” Andrés Ruiz Morcillo se descaró y las primeras muestras de la traición planeada y fraguada, la dio asistiendo al cumpleaños de Pedro Pérez Díaz, otro traidor de las filas priistas hoy, “orgulloso” perredista.
Ahí Andrés se placeó con Domingo Flota Castillo, con su hermano Andrés Flota Castillo y con su primo Froylán. Ante los severos cuestionamientos de Pedro Flota Alcocer, presidente del PRI, Andrés se justificó diciendo que asistió al cumpleaños de un amigo.
En medio de enfrentamientos y señalamientos públicos en sendos espacios noticiosos con Pedro Flota, Andrés Ruiz Morcillo tuvo la desfachatez de asistir a la cena privada que ofreció Roberto Borge apenas hace unos días con motivo de la llegada de Ulises Ruiz Ortiz como delegado del CEN del PRI.
Ahí saludó y fue saludado. Algunos de forma cordial, otros de forma obligada, pero ahí estaba, en medio de lo más granado de la familia priista, que nuevamente se cuadró y alineó ante la orden del gobernador.
Sin embargo, como dice el refrán, el perro que come huevo, aunque le quemen el hocico, Andrés Ruiz Morcillo, hoy nuevamente le restriega a los priistas su verdadera piel, la camaleónica que hoy se ha vestido de amarillo perredista.
Ahora con motivo de su cumpleaños número 48, a Andrés y a su equipo cercano, entre ellos, Juan Carlos Poot Uh, Julián Santiesteban, Pablo Moreno Povedano, nuevamente se placeó, brindó, y libó no sólo con Domingo Flota y Pedro Pérez Díaz, sino también con el bacalareño Alejandro Castillo, el ex petista Fernando López Gutiérrez, entre otros perredistas.
Con ellos blofeó, acusó, contó anécdotas de como se la pelan los priistas a él, se carcajeó, brindó lo mismo con cerveza de lata que con whisky, se tomó la foto, y disfrutó de sus nuevos amigos y aliados políticos.
A Andrés muy rápido se le olvidó el manto protector de Félix (¿lo seguirá teniendo?), los favores que le hizo Beto Borge; los millones que se transfirieron a sus cuentas bancarias producto de la impunidad que otorga el sistema.
Se le olvidó todo lo que se le dio a manos llenas y se fue a la tienda de enfrente. Cree que desde ahí su futuro político será mejor, craso error. Enano mental, Andrés no ve lo que le viene encima. Su traición no será perdonada por nadie. Donde fuere, donde estuviere, llevará en la frente inscrita en la piel, la T de traidor.
Así le pasa a algunos que quieren quedar bien con Dios y con el Diablo. En ese juego, no se gana, se pierde siempre y Andrés Ruiz Morcillo ya perdió. Que alguien se lo diga.