Por Malixpek
La espiral de violencia desatada en el Norte de Quintana Roo no cesa ante la incapacidad de un gobierno fallido y de un gobernador, cuya ineptitud en materia de seguridad, ha permitido que el estado turístico número uno de México, sea colocado entre los nueve estados más inseguros y obligue la intervención federal en un tibio intento para detener las matanzas.
Sin embargo, pese a las cifras, que rompieron récord en 2017 y 2018, y aún hoy tienen a Quintana Roo en el Top de los estados más inseguros de México, el gobierno de Carlos Joaquín hace mutis y calla en tanto la sangre sigue corriendo en las calles de Quintana Roo, y en un intento de acallar las voces de la sociedad, manda a sus compinches para confundir y rebatir lo que no se puede ocultar.
Tan sólo ayer fueron dos ejecuciones en plena luz del día en Playa del Carmen; uno en el quinto parque del fraccionamiento Villas del Sol y el segundo que levantó airados y justificados reclamos del sector empresarial, fue la muerte del gerente del Grupo Mamitas.
Y si nos ponemos a contar, ahí están los casos de la balacera en un restaurante del centro de Tulum, otro ataque armado en el hotel Hyatt Ziva de Puerto Morelos, y eso sin contar todas las personas que aparecen muertas en la ciudad de Cancún, un día sí y otro también.
Y es que la incidencia delictiva no para en Quintana Roo. Tan solo el año pasado, de acuerdo al Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, en el estado se cometieron 47 mil 753 delitos.
De esta cifra, de acuerdo con el Centro Nacional de Información, 1 mil 494 fueron homicidios dolosos, de un total de 5 mil 835 delitos contra la integridad corporal.
En el inicio de la actual administración, se anunció 3 mil millones de pesos para el programa Quintana Roo Seguro que contemplaría la colocación de 3 mil cámaras de seguridad en puntos estratégicos de todo el Estado; sin embargo, en tan solo dos años, durante el lapso que Alberto Capella estuvo al frente de Seguridad Pública se gastaron más de 6 mil millones de pesos sin resultados.
El C5 que fue la obra estratégica que tanto se presumió, apenas fue inaugurado hace unos meses, cinco años después y sus resultados han sido pingües, pues ni por asomo, toda la tecnología que se ha presumido tiene, han logrado abatir los índices de inseguridad y los hechos violentos en toda la geografía estatal.
Esta espiral de violencia que no ha podido parar Carlos Joaquín, obligó al gobierno federal que encabeza Andrés Manuel López Obrador a incluir a Quintana Roo entre los nueve estados más inseguros de México en los cuales, a través de su programa de pacificación, ordenó la creación del primer batallón turístico para operar desde Cancún hasta Tulum.
Este grupo de la Guardia Nacional, que se activó el 1 de diciembre pasado, sólo ha sido testigo de cómo continúa el derramamiento de sangre en el estado turístico número uno de México; sobre el cual, tras la reciente balacera en Xcaret que cobró dos vidas, generó su última alerta de viaje para el turismo canadiense, uno de los segmentos que más visitan Quintana Roo.
Y pese a la monumental incapacidad del “gobierno del cambio” para al menos, enfrentar el problema, o ya por vergüenza reconocer que le ha fallado a los quintanarroenses, sus corifeos insisten en que vivimos en un mundo de caramelo con nubes color de rosa.
Hete aquí que a Gerardo Ortega Otero no le gustaron las críticas en redes, provocadas por el hartazgo ciudadano de tanta incapacidad de los gobiernos de los tres órdenes, y en particular, del fallido gobierno de Carlos Joaquín y por extensión de su discípula, Lilí Campos Miranda.
Al señor Ortega Otero, un extranjero avecindado en México, se le olvida que hace unos años, durante la toma de protesta de Laura Beristain Navarrete, fue quien encabezó la revuelta contra la alcaldesa de Morena e incluso le presumió a los alborotadores que en su vehículo tenía armas para enfrentar a los morenos que habían llegado al poder municipal, palabras que quedaron grabadas en los distintos videos publicados por los medios de comunicación esa noche.
Otero, un corifeo de Carlos Joaquín que se presume operador, hoy salió a la defensa de lo indefendible, con un léxico de arrabal tal cual ha sido siempre, reflejo de su despotismo y prepotencia gracias al poder económico que ha cuajado durante la actual administración que encabeza su jefe.
Sin embargo, por más gritos que den los mandaderos del Gobernador, la realidad que vivimos los quintanarroenses está muy alejada del mundo rosa de Carlos Joaquín. En esta realidad de los ciudadanos de a pie, podrán gritar a los cuatro vientos, pero eso no tapará, borrará o alejará el sentimiento de hartazgo y de impotencia ante tanta inseguridad.
Y mientras los Gerardos ortegas oteros de la actual administración insisten en echarle la culpa a los gobiernos anteriores de Félix González y Roberto Borge, que igualmente se cuecen aparte, y tendrán vejigas para nadar solos, la sangre sigue cubriendo las calles, las playas, los hoteles y todos los resquicios de Quintana Roo.
Para colmo, si de Carlos Joaquín no se espera ya nada, de Lilí Campos, mucho menos… ni siquiera con el problema de la basura que ha dejado tirado Redesol puede, pedirle que trabaje en el tema de la seguridad, sería como pedirle peras al olmo.
Lamentable, pero cantinflescamente estábamos mejor cuando estábamos peor…