*Operan sin una Ley que las regule en sus excesivos cobros, y al amparo de las autoridades
*La presidenta de la Fundación Colosio, Sara Muza Simón, blinda políticamente este redituable negocio familiar
Por Mario Castillo Rodríguez
El Chetumal.-Es el de las grúas un negocio que sin duda ha dejado jugosos dividendos económicos a los propietarios de dichas empresas y a las autoridades policiales, siendo la Dirección de Tránsito la más beneficiada en esta cadena de corrupción que hoy tiene de rodillas a la sociedad quintanarroense ante los excesivos cobros por traslado de vehículos.
Al igual que las empresas funerarias, estos carroñeros abusan de lo necesario que son para la ciudadanía cobrando cantidades explicitas únicamente en su añejado manual de operaciones, el mismo que durante décadas ha sucumbido con sus amañados apartados, desde luego, al cobijo y vigilancia de los adentros de los cuerpos policiales que es con quienes se reparten el jugoso botín cotidiano, ese con el voluntariamente a la fuerza cooperamos los quintanarroenses.
Y aquí sale sobrando el percance automovilístico a la falta al Reglamento de Tránsito que el conductor haya cometido, el verdadero calvario empieza al momento de querer liberar el vehículo, que es precisamente cuando surge el atentado a la economía de la sociedad, más bien el avalado robo.
Y nuestra ciudad capital no es ajena a este bestial abuso que, en el caso de los motociclistas, va de 750 hasta 980 pesos por cabeza para sacar el vehículo del corralón, y esto tan sólo por un servicio de grúa que nunca solicitaron, sin tomar en cuenta los días de estancia transcurridos que circundan entre los 40 y 60 pesitos, “hay nomás pa’ los chescos”. Para aquellos que sobreviven con un triste salario mínimo, resulta imposible recuperar sus vehículos quedando éstos abandonados y deteriorados en los corralones.
Los día más provechosos en esta mancuerna de corrupción, es cuando la Dirección de Tránsito decide hacer operativos para detectar vehículos irregulares o robados (y que quede claro que no estamos en contra de estas medidas preventivas del delito), pues es precisamente cuando más actividad registran las empresas operadoras de grúas, y cuando más lana hay para repartir.
Por ejemplo, si tomamos en cuenta que en uno sólo de éstos días se detienen alrededor de 200 motocicletas, y si las matemáticas no nos mienten usando la tarifa más baja que es de 750 pesos; son cerca de 150 mil pesos que entran a la caja para después repartirse entre directivos de tránsito y propietarios de estas empresas a las que nadie se atreve a llamarles incluso “mal necesario”.
Es pues este un insulto a la ya de por sí lastimada economía de los quintanarroenses, sin embargo, nadie puede hacer nada para parar los abusos. Escasamente los afectados podrán manifestar su inconformidad ante la Comisión de Derechos Humanos de Quintana Roo (CDHEQROO), pero no quedará más que en eso, ya que ni dicha instancia goza de la jerarquía suficiente para aplacar este ente que nos mantiene contra la pared.
Y es que detrás de estas empresas pesa el apellido de una distinguida y reconocida dama de la política estatal, miembro de la vieja guardia y presuntamente dueña de un incuantificable lote de placas de taxi en la periferia quintanarroense, la señora Sara Esther Muza Simón, presidenta de la Fundación Colosio, filial Quintana Roo.
Proveniente pues de una dinastía de mujeres regias y de fuerte carácter, autoproclamada luchadora social, “Doña Sarita” ha construido todo un emporio empresarial al cobijo de las autoridades en turno y medrando con la desgracia y el infortunio de la sociedad.
Lamentable es que desde la silla del poder, las quejas, los abusos y de más atropellos no sean escuchados por la “luchadora social”, quien reposa con plena tranquilidad teniendo el sartén por el mango, y con la plena confianza de que el abolengo familiar y político continuará permitiendo la expansión del afamado y corrupto negocio de grúas.
En fin, nada que discutir. Los que tenemos día con día la necesidad de transitar por las calles seguiremos viviendo en la intranquilidad de ser agredidos económicamente por este tipo de empresas que son despreciables, y que gracias a la jugosa mochada, viven y continuaran viviendo al amparo y cobijo del poder. ¿Hasta cuándo?