(Segunda y última parte)
Nicolás Lizama
No hay mesa de café en donde no se toquen los temas torales que en estos momentos están convulsionando a medio mundo.
En una mesa de café se practica la democracia más pura y genuina que usted pueda imaginarse. Sus integrantes forman parte de distintas doctrinas políticas y sin embargo nunca terminan agarrados de las greñas. Nunca hay uno que se agandalle e intente llevar agua a su molino. Y en el remoto caso de que exista alguno, el ostracismo es su destino inexorable. El que te apliquen la “ley del hielo” en una mesa de café es un castigo insoportable. No eres nadie. Estás de a oquis. Tu opinión no es tomada en cuenta. Nadie te refuta. Nadie te rebate. Eres un muerto en vida. Eres indeseable.
De ahí que una ley no escrita en las mesas de café, es: “nunca te pases de la raya”.
Los cafeteros que se precien de serlo, nunca dejan para la oportunidad de echarse un “taco de ojo”.La carne es débil. Nunca falta uno que alerte a los comensales. “No voltees…, atrás de ti está pasando una verdadera maravilla”. Y es lo primero que hace el aludido, voltear a ver sin ningún tipo de recato. Y entonces, todos, apenados, se hacen al occiso.
Los integrantes de una buena esa de café lo primero que hacen es enamorar a los meseros.Es inigualable la satisfacción de que el mesero ya sepa cuáles son tus preferencias. Es extraordinario no tener que andar diciéndoles cómo quieres que te sirvan.
Y nunca falta laMartitha que interactúe con losmiembros de la mesa. Cuando alguno de los integrantes se pasa de la raya, no falta otro que le diga que la está regando. “Te estás pasando, he…, te estás pasando…”, es el comentario, medio chusco, medio en broma, que se le dirige al infractor.
El aludido no tiene otro remedio que hacer acuse de recibo. Aquí lo importante es que ya todos saben del prestigio y de la respetabilidad que cada cual carga en las espaldas. Aquí el chiste es no poner en entredicho un trecho bien andado.
A una mesa de café –las buenas-, se va para olvidar algunos sinsabores. A la mesa generalmente no se llevan penas ni tristezas. Al contrario, uno va a carcajearse con las ocurrencias de los más locuaces –nunca faltan-,que hacen chiste hasta de las cuestiones más solemnes.
Otra ley no escrita es que a la hora de pagar nadie deberá hacerse “pato”. Nadie deberá hacerse al occiso. Nadie se irá al baño para regresar hasta que la cuenta esté saldada. Quien no lleve dinero deberá decirlo. Es una forma de evitar malas interpretaciones. “Hoy no traigo”, es el salvoconducto para que todos al unísono –la solidaridad-, le respondan: “no te preocupes, tu parte yo la pongo”.
Una mesa de café aligera tu andar por esta vida. Si traes trabado algún problema, no falta alguno de los integrantes de la cofradía que se ofrezca para evitar que tu pena te apachurre por completo. Es una mesa de café he visto los gestos más solidarios que recuerde. He sido testigo de ver sentarse a alguno totalmente colapsado y luego –aleluya-, lo he mirado irse sonriendo de oreja a oreja luego que alguno de los comensales haya ofrecido su hombro para refugiarlo.
A la mesa de café uno va a divertirse. Se va a pasar un rato alegre. No tiene ningún chiste sufrir en la oficina, en el hogar dulce hogar y para colmo en el café. No, no es de Dios ese tipo de cuestiones. De ahí que cuando alguno comience con lamentos, de inmediato surge un espontáneo que lo conmina a cambiar el derrotero del discurso. Solicitud que se atiende ipso facto.
Otra cuestión externa que llama atención a la mesa del café, fuera del “taco de ojo”, es el éxito que tiene la empresa distribuidora de zapatos de la esquina. Nunca deja de fluir la gente que al retirarse lleva varias cajas de zapatos. En estos tiempos, cuando no es tan fácil posicionar algún negocio, provoca cierta envidia ver la gran demanda deesa línea de calzado que se vende por catálogo. Varios suspiran imaginando el negociazo que se traen entre manos esos tipos.
La mesa del café, y con esta ya termino, es terapéutica. Uno a veces llegamaltratado tantito por la vida, y cuando se retira –luego de reír como un salvaje-, como que la presión ya no es tan aniquilante que se diga.