A nueve meses de entregar la estafeta, Beto Borge puede sentirse satisfecho de lo obtenido como gobernador de Quintana Roo porque logró mantener el crecimiento de la actividad turística, principal engrane de la economía del Estado, pero, sobre todo, de mantener el control político a la víspera del proceso electoral del 2016.
Desde que ganó la contienda para convertirse en el séptimo gobernador del estado, el 4 de julio del 2010, el cozumeleño diseñó una estrategia de gran estadista y que aplicó desde el primer minuto del 5 de abril del 2011. Estaba consciente que sólo de esa forma podría sacar a flote su naciente administración para corregir y finalizar vicios de la que gestión que concluía.
Beto Borge siempre estuvo consciente que su juventud -31 años- jugaba en su contra porque los antiguos liderazgos, los “dinosaurios” del PRI y de la política de Quintana Roo, no digerían que un joven guiará los destinos de la pujante entidad.
Lejos de amilanarse por tal situación, el séptimo mandatario estatal asumió la responsabilidad y a sabiendas que afectaría su popularidad puso en marcha un programa de austeridad gubernamental, disminuyó la plantilla laboral y eliminó dependencias de gobierno.
Era más que urgente la famosa “reingeniería administrativa” para evitar un colapso financiero en las arcas del Estado y, hoy en día, tal acción es calificada como un acierto, aunque en su momento generó inconformidad.
Para fortalecer la economía local Beto Borge se adentra por completo en la actividad turística. Es tal su propósito de mantener a Quintana Roo como el principal destino turístico, tanto de México como de Centroamérica, que invierte tiempo y dinero para lograrlo.
Además de rediseñar la actividad turística, la actual administración ha destinado parte de su presupuesto para hacer producir el campo quintanarroense, principalmente la actividad cañera que es el principal pulmón económico del sur.
De igual forma, puso en marcha el programa “Reciclando Basura por Alimentos”, el cual a pesar de escépticos, ha brindado grandes resultados, pero además, ayudado a miles de quintanarroenses que radican en las zonas populares y rurales de los once municipios del Estado.
A un día de cumplir sus 36 años de edad, sin temor a la equivocación, la sucesión gubernamental se encuentra entre las prioridad de Beto Borge. Pero seguramente sin grandes contratiempos porque mantiene el control político a lo largo y ancho de Quintana Roo
Resultado obvio que Beto Borge conserve en su totalidad el poder político porque, además de estar cerrando fuerte su gestión, ha logrado conciliar intereses con los grupos políticos del sur, centro y norte del Estado.
Contrario a lo ocurrido en otros sexenios –no en todos-, y a las sistemáticas voces de los partidos de oposición, la figura de Beto Borge se encuentra intacta y en buena medida porque supo en que momento ejercer el poder y cuando ser popular.
Tal situación está permitiendo a Beto Borge mover en su totalidad los hilos de la política quintanarroense. Él tendrá, junto al CEN del PRI y a los priístas de Quintana Roo, la responsabilidad de elegir a su sucesor, a los once candidatos a las presidencias municipales y a los candidatos a diputados de los quince distritos electorales.
Vale la pena recordar que aun con adversidades más notorias, Beto Borge logró entregar buenas cuentas en las elecciones del 2013, donde ganó 9 de 10 presidencias municipales y mantuvo la mayoría en la XIV Legislatura del Congreso del Estado.
Al sol de hoy, el panorama es más halagador porque la verdadera democracia se juega al interior del PRI ante la falta de verdaderos cuadros políticos en los partidos de oposición.
Tal parece que Beto Borge aplicó a la perfección la frase del famoso político norteamericano, Abraham Lincoln: “Hay momentos en la vida de todo político, en que lo mejor que puede hacer es no despegar los labios”. El séptimo gobernador quintanarroense, únicamente, se dedicó a trabajar.