Por la explanada mayor
un gran féretro cargaban,
era Gabriel Mendicuti,
que ha comparecer llevaban.
Al Congreso del Estado
era la cita obligada;
la Muerte lo había llamado
para aclarar sus jaladas.
Era claro que acudir
Mendicuti no quería;
porque todo estaba chueco
allá en su secretaría.
Y ante la Legislatura
un fúnebre texto leyó,
fueron cerca de tres horas
queriendo obtener el perdón.
“Quieres engañar a todos”,
-un ánima le gritaba,
mientras en el purgatorio
su condena preparaban.
Ya se lo llevan cargando,
ya lo llevan a enterrar,
con tantos vicios ocultos
¡No se la pudo zafar!
Sus viudas lloran e imploran
que su alma encuentre la paz,
por la tranzas y desmanes
que ha hechos desde años atrás.
A otros más tocara el turno
y gustosa la Catrina espera,
en la Sala de Comisiones
para darles Calavera.
“Ni pibipollos ni ofrendas,
nada los podrá salvar»;
así cantaban los muertos:
¡No se la van acabar !